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Relato propio :P Historia de Druidas

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Mensaje  Leafia Mar Sep 04, 2012 2:49 pm

Escribí este relato hace unos cuantos años, nada más empezar a decaer el Mundo Mágico (~2007). En el mismo me basaría para construir con el antiguo dueño del CHMH (rhfran) el colegio que se describe en la historia, y todo su ambiente y temática.

El proyecto nunca llegó a funcionar, a pesar de ser el primer colegio con salas grandes (o "v.9") de habbo, porque no era un Hogwarts.
Sin embargo guardo gratos recuerdos de su estela.

Quiero compartirlo con vosotros, a ver si consigo llevaros a un mundo paralelo, donde la magia no es solo la que sale de las varitas, y el lugar donde se centra no es Escocia.


Historia de Druídas:

Capítulo 1: Nuevas enseñanzas.

Apenas entraba luz por las ventanas, sin embargo, se podían oír a lo lejos cantos de pájaros. Unos visillos dejaban traspasar una débil brisa, la cual los ondeaba. Dentro de la habitación de la solariega casa, se podían ver extraños y curiosos objetos, en tanto descuidados que interesantes; entre ellos, calderos usados, frascos de cristal, libros con intangibles símbolos; todo esto revuelto sobre el suelo, y a los pies de una cama, sobre la que dormitaba, un chico menudo. Era de estatura media, sin embargo, ancho de hombros. Pelo despeinado castaño, fino y lacio, que le caía sobre la cara, ocultando una prominente nariz, más bien afilada que grande.
Tras un sonoro ronquido, el muchacho se sobresaltó, y sin mirar en el estado que había dejado las sábanas de su cama, comenzó a vestirse velozmente unos pantalones color crema y una camisa blanca. Bien por la velocidad de su reacción o por la prisa que el chico tuviese, tuvo que pararse varias veces para colocarse los calcetines donde debía. Depositando una cartera de cuero clara sobre el alféizar de la ventana, se lanzó sobre su armario (que desprendía intenso olor a naftalina y a algo quemado) para recoger varias túnicas de aspecto elegante bien colgadas, mientras con la otra mano intentaba coger varios libros a la vez. Metiendo sus utensilios en la cartera y colocándosela al hombro, empezó a preparar el baúl, que pronto se lleno de objetos como plumas, calderos, una escoba, y varios libros de texto. Giró el pomo de la puerta y resueltamente bajó las escaleras del primer piso para llegar al rellano... Caída.
El muchacho calló rodando dos escalones, y antes de que el baúl se precipitase sobre el suelo, un rayo de luz blanca salió disparada de la puerta más cercana, haciendo que cayese grácilmente como una pluma, sobre una alfombra muy lustrosa.
Las dos figuras altas, aparecieron en el umbral, una de ellas con la varita aún en alto.

-¡Ay Mystre!, ¿mira que eres patoso eh?, es la cuarta vez en dos semanas que te veo caer escaleras abajo desde que nos mudamos a esta casa.- La mujer, madre del chico, tenía el pelo tan liso como él, mas claro y vestía con un delantal de cocina, con varios trapos colgando, mantenía la varita en alto mientras sostenía el baúl.

-Gracias mamá.-Y agarró el baúl por los tiradores- A este paso llegaremos tarde, ¡y no me quiero perder mi primer día!

-Mystre hijo, creo que el que llegará tarde eres tú.-dijo el señor, al lado de la madre, del que Mystre había heredado su ganchuda nariz- Ten, te he sacado dinero de la cámara, supongo que lo necesitarás para el viaje.-comentó entregándole la bolsita de peltre al chico- Esta vez tu madre y yo hemos pensado en no acompañarte, siendo éste tu primer viaje, te será más cómodo; aparte ya sabes que tenemos que cuidar de tu hermanita. ¿No te importa no, hijo?.

Mystre, sobrecogido por la noticia de que tendría tal independencia en su largo viaje de soledad, exclamó:
-¡Pero papá! yo nunca he ido allí, y esos druídas están chiflados, podríamos habernos mudado a Escocia y así podría haber ido a estudiar a Hogwarts... Bueno, está bien, pero me subiréis la paga semanal, ¡ah!, ¡y me mandaréis cartas todas las semanas!

-Sí cariño, prometido.-dijo la madre con parsimonia-Te he preparado el desayuno para tomártelo en el viaje, ¡y date prisa! eres un experto en llegar tarde a todos lados.

Tras entregarle la bolsa morada con la comida y éste guardarla en su cartera, se despidió con un beso para cada uno y salió de la casa.
Fuera era un día despejado, con algo de viento, que arremolinaba las hojas ya caídas, por un prematuro otoño. Siguió caminando por la calle, cruzando de vez en cuando de acera e intentando que los muggles, no se fijasen demasiado en su aspecto, que como Mystre declaraba, era demasiado anticuado como para pasar desapercibido.
Pasando entre casas y jardines, pronto empezaron a aparecer el tráfico y los pisos más bajos, hasta llegar a la ciudad.
Apenas bulliciosa por las tempranas horas, sólo había gente mayor, sentada en bancos, o personas abriendo rutinariamente, como cada 1 de Septiembre, sus establecimientos. Pronto lo vislumbró, allí a lo lejos, una estación de trenes, algo enmugrecida, marcaba las nueve y cuarenta y cinco de la mañana.
Debió ser otra reacción, como la de por la mañana de Mystre, la que hizo que se precipitase carretera a través hasta llegar al edificio. Apenas cruzando unas cuantas puertas y bajadas otras cuantas escaleras, ya estaba en el andén.

Allí había más gente, que pronto Mystre reconoció como magos, por sus atuendos y nivel de voz. Como no sabía con exactitud a que hora salía el tren, se acercó a un hombre de espeso bigote, pelo rizado negro, con cara de buena gente; acompañado de una chica de unos años mayor que él, morena y delgada, con una corona de flores colocada en la cola de caballo; y preguntó:

-Uhm, perdone señor, ¿sabe usted a que hora llega el tren hacia Cantabria?
El señor, que apenas se había fijado en él, reclamó con una voz potente y vibrante.

-Claro hijo, claro, ya está al llegar. ¡Míralo!, por ahí se acerca.

Volviéndose lo vio aparecer, haciendo bastante ruido entre chirridos de ruedas y alumnos excitados.
Todos empezaron a cargar sus baúles en el portaequipajes y subieron a la máquina. Mystre, como no conocía a nadie, fue al último vagón, que tenía baño, para ver si conocía a alguien de camino al mismo. Su teoría dio resultado, muchos chicos y chicas le saludaron al pasar, aunque por desgracia de Mystre, ninguno se sentó a su lado en el trayecto.
El tren fue parando en diversos lugares, pero a cada parada, el paisaje se iba volviendo más verde y menos cultivado, acompañándole un cielo cada vez más tardío pese a que estaba aún despejado. Mystre, aburrido de mirar por la ventana el cambiante paisaje, sacó uno de sus nuevos libros de texto sin estrenar, cogiendo al azar, y se puso a leer. El continuo rasgueo de hojas pasar y su ignorancia acerca de la gente de alrededor, hizo que sucumbiese al sueño.

Un agudo pitido señaló el final del viaje. Mystre desemperezó con vagueza, se colocó la cartera al hombro, y bajo al andén.
De pronto, una intensa brisa húmeda le azotó la cara; como Mystre había supuesto, debían estar a bastante altitud.
Una mirada alrededor se lo confirmó. Todo era muy verde, el suelo lleno de césped hasta el último centímetro del camino, no muy lejos, unas vigorosas montañas se alzaban, cubiertas de nieve y de oscuros bosques de pinos entre otros.
Dándose cuenta de que la fila iba avanzando, el muchacho siguió a la muchedumbre por un sendero, que atravesaba un bosquecillo de robles, cuyas lobuladas hojas, tapizaban el suelo y hacían crujir las pisadas del gentío.

Al doblar un último árbol, se encontraron frente a un enorme desfiladero, de piedra gris maciza, culminada con una cabina en la punta del risco. Empezaba a haber niebla y apenas se veía más allá del borde del acantilado; cuando la fila fue avanzando, Mystre pudo verlo con claridad, era un larguísimo teleférico de color verde pardusco, con montones de cabinas colgadas de lo que parecía, una cuerda brillante, formada de luz, que destellaba entre la densa niebla y se perdía hacia la mitad del desfiladero.
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Mensaje  Leafia Mar Sep 04, 2012 3:19 pm

Uno a uno, fueron pasando por las cabinas individuales. Mystre estaba sobrecogido de la emoción, no sabía cómo estaban sujetas aquellas cabinas, pero le pareció increíble la subida. Más abajo de lo que él podía llegar a ver asomándose por la ventanilla sólo se veían las puntas de las montañas que antes veía a lo lejos, una esponjosa nube tapaba todo lo demás.

Se sorprendió cuando el teleférico había llegado ya a la cumbre, pues aún creía que tardarían un par de horas más, sin embargo, ya estaban de nuevo, pisando la húmeda hierba, que esta vez era larga y alta, y se arrullaba con el viento que soplaba allí arriba.
Apenas habiendo andado unos metros más, se hallaban frente a una escalera muy vieja de piedra con musgo y líquen, a la vista, poco segura, escarpada entre la ladera de roca. Sorteando escalones rotos, y raíces de árboles que habían ganado terreno a la desgastada piedra y se retorcían entre los peldaños, llegaron al final de la escalinata.
Mystre empezaba a estar cansado de tanto andar, y se preguntaba si tendría que hacer ése mismo camino todos los días, pero una vez más, una imagen interrumpió sus pensamientos.

Una enorme fortaleza, de piedra tan antigua y desgastada como la de la escalera, estaba en un valle entre dos grandes montañas rodeadas de bosque, y frente a un cristalino lago que se perdía entre los peñascos y la hierba.
-Es precioso- pensó Mystre. Colocándose mejor la cartera y sujetando firmemente la varita, siguieron su camino descendiendo por la ladera hasta llegar al castillo con emoción.
La entrada estaba semioculta, pues aún viéndose desde lo lejos un extenso valle delante suya, Mystre simuló que debía ser la parte trasera del castillo, mientras que la delantera, debía estar internada en el bosque.

Pasaron frente a un círculo de piedras altas, con los mismos extraños símbolos de sus nuevos libros de magia tallados en ellas, y llegaron frente a una pequeña escalinata oculta entre hojas caídas. Delante, unas puertas de madera oscura, entreabiertas.
Mystre no sabía si alguien, algún mayor, les había acompañado durante ese trayecto, bien pensó que podría haber un tutor ante la fila de alumnos que no llegaba a ver, o que los de anteriores años ya se sabían el camino; sin embargo, cuando todos estaban decididos a pasar por las grandes pertas, una voz grave volvió a resonar.

-¡Bienvenidos al Liceo Mystra de Brujería hispánica!-clamó el mismo señor, de frondoso bigote al que Mystre se había dirigido en el andén de la estación.-He aquí un gran tesoro para mí, para los alumnos de años anteriores, y para toda nuestra cultura y tradición, que pronto también será de vuestro placer y goce. Espero que no sólo hayáis cogido frío durante el viaje sino también templanza por haber llegado tan lejos sin ningún guía en particular. Eso es chicos, nadie os ha traído hasta aquí, sino vuestras ganas de aprender y decisión. Eso es lo que mas valoramos aquí, espero que os sean gratas las instalaciones y las disfrutéis como en vuestra casa, pues también lo será durante los años venideros. ¡Adelante!

Los alumnos fueron entrando con algo de miedo en las caras a lo que parecía un inmenso vestíbulo iluminado por las cristaleras de la pared opuesta a una enorme escalinata de mármol. De las paredes circundantes colgaban argollas con antorchas apagadas, y eran todas de piedra, bastante más pulida que la que revestía la fachada de la entrada. El suelo, como la pared era de roca brillante y lisa, formando baldosas perfectamente simétricas.
Los alumnos según iban entrado, se fueron expandiendo por el centro del vestíbulo, rodeando al señor del bigote y pelo rizado que había hablado previamente, esperando que les diese otra indicación de adónde dirigirse; pero pronto, se oyeron pasos subiendo por unas escalerillas a la izquierda de la gran escalinata de mármol.

Los alumnos se volvieron. Un hombre de pelo algo largo, rubio y bien peinado, moreno de piel, mostraba una túnica blanca larga ceñida al pecho, con varias insignias en ella. Sostenía un caldero entre el brazo y la cadera, distraído. Cuando ya estaba al pie de la escalinata, se dio cuenta de que los nuevos alumnos habían llegado, y con sobresalto, exclamó:

-¡Hombre chicos!, habéis llegado bien por lo que veo.-dijo mirándolos a todos minuciosamente bajo su largo flequillo.-Interesante, mucha variedad.-Y tras decir esto, lanzo el caldero al aire, saco su varita rápidamente, y con un elegante arco, lo desvaneció, mientras sacaba un largo pergamino, que llegaba hasta el suelo.
Los alumnos, de hito en hito, estaban tan asombrados por la repentina aparición del mago de blanco, que no se habían percatado de que estaba ya pasando lista, uno por uno. Los alumnos nombrados, se iban quedando detrás del grandote mago bigotudo. Cuando llegó casi ya al final de la lista, se paró especialmente en Mystre.

-Qué interesante... muy interesante diría yo...-y siguió pasando lista hasta terminarla.

Una vez terminada, la enrolló y guardó en el interior de su túnica. Les llamó la atención con un chasquido de dedos, y todos le siguieron hasta un lado del vestíbulo, delante de unas altas puertas de la misma madera con la que estaban hechas las de la entrada. El bigotudo brujo se apresuró delante y las abrió empujando hacia dentro.

Delante de ellos, un larguísimo comedor, de tanta o mayor altura que el vestíbulo. El techo estaba cubierto de lo que parecía muérdago, y las paredes recubiertas de hiedra hasta el último rincón. En el centro, cuatro largas mesas abarrotadas de alumnos de diferentes edades, todos, como supuso Mystre, mayores que ellos. Cada mesa parecía mostrar un color diferente para su túnica. En el centro, más alejada, iban de negro, y todos daban un aspecto sombrío; también la mesa más alejada del todo, se les veía ataviados con túnicas marrón oscuro, quienes miraban muy suspicazmente a los nuevos alumnos apiñados en las puertas; la más cercana a la puerta, de color verde claro y alegre, no paraban de cuchichear y mirar alrededor; y la mesa del centro más cercana, llena de alumnos con túnicas blanco perla que muchos de ellos les saludaron con brío. Frente al comedor, en un poyete más elevado, se alzaba una mesa algo más pequeña, de cara a las demás.
En ellas sentados, estaban los que parecían ser los profesores, la mayoría de ellos con túnicas largas y capucha puesta.
Dejando su embobamiento atrás, el mago de blanco siguió caminando entre las mesas hasta llegar al centro, donde se volvió para volver a reclamar su atención. Los nuevos alumnos, se pusieron en fila, y lo siguieron. Mystre notaba miles de ojos mirándole por todos lados, estaba nervioso y no sabía dónde sentarse; sin embargo pronto escuchó los susurros emocionados de sus compañeros de curso:

-Sí, sí, mi hermano mayor me ha contado-saludó a su hermano vestido de verde- que nos hacen una especie de prueba para ver de qué casta somos después de cenar.

-Pues a mí me han contado-dijo una chica morena más alta que Mystre, con pecas- que es muy peligroso, y quién no la supera, les devuelven a su casa con un traslador.
Como el cuchicheo no daba fin, y cada vez sonaban cosas más rocambolescas, Mystre se adelantó a sus compañeros y preguntó al hombre de blanco:

-Perdone señor...

-Jahuma.-aclaró el brujo.

-Sí señor, me estaba preguntando, ¿dónde nos sentamos nosotros?

-¡Eso no es problema chico!-dijo esbozando una sonrisa- o no debería serlo, si de verdad tenéis tantas ganas de empezar a comer.
Y con otro chasquido, los alumnos le siguieron por una puerta que quedaba detrás de la mesa de los profesores encapuchados.

Caminando por un pasillo estrecho, llegaron a un almacén, con sillas y pupitres rotos, cuadros desgarrados, cortinas rajadas...Y un cuadro, de un señor de barba puntiaguda y pelirroja, vestido con un esmoquin verde.
Todos se pararon delante y muchos se sentaron en sillas de sólo tres patas. Jahuma se adelantó y le comentó algo en el oído al señor del cuadro, quien puso cara de sorpresa y se hizo a un lado en el cuadro, dejando ver un amplio arco detrás suya.

De nuevo en fila, pero esta vez, con Mystre más adelantado que los demás junto a la chica morena, fueron pasando uno a uno por el arco, internándose en lo que parecía de nuevo, un claro entre árboles. Se detuvieron todos al son que Jahuma, y miraron en rededor, esperando que algo ocurriese.

-Muy bien chicos, ¿alguien me podría decir cómo se seleccionan los alumnos en el Liceo Mystra?
Varios chicos levantaron la mano, entre ellos, la alumna morena de pecas, al lado de Mystre, quien se quedó mirándola.

-Antes que nada, os digo de antemano, que cualquier cosa que os hayan podido contar hermanos mayores, es completamente incierto; típicas bromas de familia.
Entonces todos menos la chica bajaron la mano.

-Perfecto Leafia, cuéntanos.-dijo articulando una sonrisa de satisfacción.

-Aquí, en el Liceo Mystra de Brujería, los alumnos se seleccionan según sus valores e ideales de vida.

-¡Muy bien Leafia!, me sorprendes. Como ha dicho vuestra compañera, aquí os seleccionaremos conociéndoos a cada uno de vosotros. Como es imposible hacerlo a primera vista, nos centraremos en algo sumamente importante, atended. Todos los magos nacen bajo la influencia de un árbol sagrado. Estos árboles serán los que os marquen vuestra existencia y forma de ser, de tal forma, que si averiguáis cual es vuestro árbol, podremos conoceros de forma rápida y prematura, y así poder meteros en una casta u otra. Sé que sois inexpertos en el uso de la magia, pero esta vez, me quedaré vuestras varitas.

Jahuma levantó la mano con que sujetaba la varita, y mochilas, carteras, bolsillos, empezaron a abrirse; volvió a agitarla en el aire mientras susurraba “¡Accio!”, y todas las varitas fueron a parar a su otra mano recién extendida.

Todos le miraban con asombro. Algunos empezaban a ponerse nerviosos e irritados. El mago de blanco, carraspeó y dijo:

-No os preocupéis, no la necesitaréis, os las devolveré al final de vuestro recorrido de búsqueda. Ahora seguid éste sendero.-dijo señalando un camino tapado de hojas caídas- y empezad a buscar vestigios de magia, no tardaréis en encontrar lo que buscáis.
Y lanzando un frasquito al húmedo suelo, desapareció de la vista de todos, dejando tras de sí, un vapor plateado.

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Mensaje  Leafia Mar Sep 04, 2012 3:31 pm

Si alguien lo pide seguiré subiendo capitulos xD

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Mensaje  Yepe Miér Sep 05, 2012 3:50 am

Por fis sube otro capitulo Smile está muy bien Smile
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Mensaje  Leafia Miér Sep 05, 2012 4:47 am

Capítulo 2: Búsqueda de identidad

La agitación recorrió el cuerpo de todos los alumnos, que sobrecogidos por tan inesperada noticia y viéndose vulnerables sin su varita mágica, empezaron a buscar soluciones desesperadas. Mystre, nervioso ya de tanto esperar a que decidieran cosas como, si deberían volver, o empezar a buscar comida, y las demás discusiones incoherentes de sus compañeros de curso; empezó a andar hacia el camino, ignorando a los demás. Cuando estos se dieron cuenta de tal iniciativa, se miraron unos a otros, encogieron hombros, y siguieron al chico, muy agrupados.

Caminados ya unos cuantos metros, empezaron a preguntarse si tenía final el camino, pues todo les parecía igual. Al ser un bosque cerrado, de árboles altos, no tenían ninguna referencia. Se pararon cerca de un árbol de tronco grueso y alto para descansar y para decidir que hacer con aquella fatídica situación. Fue entonces cuando la cara de Leafia se iluminó, y murmuró algo así como: “No las necesitaréis, buscad vestigios de magia”, mientras miraba su bolsillo vacío, y comprendió. Se levantó rápidamente como si la hubiesen pinchado con algo afilado, y se puso a rebuscar por el suelo; al poco rato lo encontró.

-¡Mirad chicos!-dijo señalando una roca semioculta entre las hojas.

-¿Qué tiene eso de especial Leafia?-dijo escépticamente un niño bajito de cara afilada y dientes salidos.

-No, no, mirad detrás; ven Mystre ayúdame.
Y juntos con algo de esfuerzo, dieron la vuelta a la pesada roca. Detrás, tapizando la lisa superficie de granito, había musgo.

-¡Vaya Leafia, ya entiendo!-exclamó Mystre, sorprendido por la astucia de su amiga.- ¡El musgo sólo crece en dirección al Norte!, ¿recordáis cuando bajábamos la ladera hacia el castillo? el olor a humedad venía de la derecha, por dónde el Lago, y la entrada estaba internada en el bosque, así que si lo que queremos encontrar está internado en el bosque, debemos ir al lado contrario de dónde haya musgo...

-¡Hacia el Sur!,-interrumpió una niña peinada con trenzas pelirroja y de ojos claros- ¿pues vamos no, Rowland?

-¡Sí, vamos!-contestó el de los dientes salidos a Hirenee.

Colgándose Mystre la cartera en el hombro, todos se esparcieron buscando entre rocas y tocones de árboles caídos, donde pudiese haber musgo. Estuvieron alrededor de media hora, hasta que llegaron frente a lo que parecía un círculo de piedras, alto y siniestro.
-Son piedras rúnicas, creo que es por aquí.-comentó sabiamente Leafia.

Todos pasaron de largo entre las altas piedras grises, menos Mystre, quién se quedó palpando su superficie. Sentía algo extraño, que sólo había sentido cuando un hechizo le rozaba de cerca. Sin saber por qué, empezó a quitar la hiedra que se enroscaba reptando alrededor de la piedra...

-¡Caramba!-exclamó. Justo dónde antes había hiedra, estaba tallada en el relieve, un símbolo extraño, formaba como una flecha. Se decidió a tocarlo por intuición y, repentinamente una brisa extraña, revolvió todas las hojas que cubrían el suelo, moviendo ramas de los árboles más cercanos, en dirección distinta hacia la que iban sus amigos, despejando un nuevo camino.

-Vaya, ¿qué cosa tan extraña no?, jamás lo había visto.-dijo con desconcierto Rowland, mientras que se frotaba las manos por el escalofrío.

-Creo haber leído esto alguna vez... en algún lugar.-recordó pensativo Mystre, y a su cabeza le surgieron imágenes del libro que había leído durante el viaje en tren.- ¡Ya me acuerdo!, esta es la runa de Tei... te...

-Teiwaz,-concluyó Hirenee leyendo una libreta que sostenía entre sus manos, pasando hojas- Sirve para señalar caminos a gente perdida, ¡Qué suerte hemos tenido!
Siguiendo por el nuevo camino, más confiados que nunca desde que empezaron el trayecto, vieron el final del bosque. Con la luz en contra no se llegaba a distinguir lo que había detrás de los árboles del final del caminillo; al salir del bosque, teniendo todos los alumnos los ojos entrecerrados, pronunciaron un sonoro:

-¡Ooooh...!

Se hallaban ante un precioso prado de verde hierba entre los que florecían millones de pétalos de diferentes colores y se juntaban con el pico de una montaña, que no debía ser más alto, que dos o tres de ellos enfilados. A un lado de este pico se encontraba una pequeña choza de madera vieja y brillante, con un pequeño huerto al lado, con diferentes brotes plantados.
Los alumnos se apresuraron a correr hacia la cabaña, se plantaron delante, y dos de ellos, se pusieron a noquear con los nudillos la puerta de madera. Pero, nadie contestó. Siguieron llamando un buen rato, mientras otros buscaban formas furtivas de entrar dentro, desde las ventanas contrachapadas también en madera de olmo, hasta por la pequeña chimenea que coronaba el tejado. Pero no había forma; derrotados, siguieron buscando por todos lados, pero el inmenso valle no tenía horizonte, y los que se habían asomado detrás de aquel pico, decían que no había nada interesante que llamase la atención, aparte de un corral vacío.

Varios propusieron de nuevo volver atrás por si la interpretación de Mystre había sido mala, pero Hirenee, Rowland, Leafia y el propio Mystre, algo enfurruñados por la poca iniciativa de sus compañeros, fueron por detrás de la cabaña. Encontraron una puerta semiabierta, entre dos rocas que formaban un arco, que al juntarse, formaban una larga barrera, que se perdía dentro del bosque, esta vez, más oscuro y sombrío que por el que habían pasado.

Sin dilación, los cuatro pasaron dentro, dejando atrás a sus compañeros, oyendo un último bufido de alguna chica insolvente del grupo retrasado.

Los árboles habían cambiado, ya no eran de maderas blancas y cálidas, de verdes hojas y mullida hierba; aquí los matorrales, malas hierbas y tupidos y ramosos árboles, de tronco oscuro, no seguían ningún camino en especial.
Hirenee y Leafia, con miedo se agarraron fuerte, mientras que Rowland se apresuró hacia delante, sin rumbo cierto, seguido de los otros tres.

Habiendo caminado alrededor de un cuarto de hora, que a Mystre le pareció larguísimo pues a cada crujido de una rama seca rota al pisarla, o de alguna brisa que moviese ramas, las dos chicas ya empezaban a chillar y a esconderse; llegaron a un claro en el que se podía ver el cielo, ya empezando a tornarse ámbar.

Se pararon en medio, para decidir que camino tomar, sin embargo, un nuevo crujido, un nuevo grito, pero ésta vez ninguno se escondió, pues lo que vieron, sólo podía verse en los libros de criaturas mágicas... un unicornio, resplandeciente, blanco como la nieve, con las crines vagamente colocadas sobre su esbelto cuello; y a su vera, otro más pequeño, esta vez, sin el cuerno que su madre mostraba en la frente, y de color mostaza claro, con crines doradas.
Se miraron atónitos y luego empezaron a acercarse, lentamente, con la intención de poder tocarlos...Pero la madre se enarboló sobre los cuartos traseros relinchando fuertemente, intimidando, y salieron juntos al galope, perdiéndose entre la densa arboleda.

-¡Qué preciosos eran!, ¿os fijasteis en el potrillo?, que monada, me pareció que me miraba y sonreía...

-No digas cosas absurdas Hirenee, vamos a seguir, a ver si con suerte, acabamos antes del anochecer.-la reprochó Leafia.

Finalmente, guiándose por su instinto, el cuarteto fue en dirección de dónde habían surgido los dos hermosos ejemplares.
Manteniendo una agradable conversación sobre los unicornios, seguían escudriñando en la oscuridad, por si avistaban algo.
Pero ya no estaban solos en el bosque...Zum!, una flecha clavada en el tronco más cercano.

-¡¿Qué ha sido eso?!

-¡Agacharos!- bramó Rowland. Y efectivamente, cinco segundos después, una hondonada de flechas surcó el claro en dirección a ellos, pasando a ras del suelo, por dónde hace unos momentos, estaban sus cabezas.

Empezaron a oír ruidos de cascos, relinches, y gente hablando, el suelo vibraba bajo sus manos, apoyadas en la tibia hierba.
-Vamos a escondernos- susurró Mystre.

Leafia, Mystre y Rowland rodaron y reptaron hacia un arbusto cercano, sin embargo, Hirenee estaba paralizada de terror.
Mystre salio del resguardo y corrió a por ella, y zarandeándola, intentó hacerla reaccionar, en vano.
Una manada, de unos aproximados trece centauros, llegaron donde estaban ellos. Altos, esbeltos, con largas cabelleras, y de diferentes colores, se mostraban altivos ante los jóvenes brujos. Relinchando y hablando en voz alta entre ellos, todos los señalaban, ahí, acurrucados en el suelo.

-Hemos encontrado dos humanos más.-dijo un centauro con aspecto fiero, sosteniendo de las muñecas a Leafia y Rowland, quienes intentaban soltarse de sus potentes manos, agitándose.

-¡Soltadnos porfavor!, ¡soltadnos!, ¿qué hemos hecho?- rogaba Leafia agitando su corto cabello.

-¡No, no lo haremos!, cualquiera que ataque una criatura sagrada como los unicornios debe pagar las consecuencias.- contestó uno de pelo rojizo-, aunque aún seáis potrillos.

-Pero...señor centauro, nosotros no atacamos a esos unicornios, ¡debe creernos!

-¡Ahá!, una confesión, los astros nunca nos mienten, hoy unos unicornios iban a ser profanados, ¡y vosotros estabais en la escena del crimen!

-Pero señor, nosotros los vimos pasar en ese claro de más alante.-dijo Leafia con tranquilidad, señalando donde estaban antes.-si no nos cree puede ver nuestras huellas que vienen en esta dirección, mientras que los cascos de los unicornios se alejan hacia allí.-y volvió a señalar a sus espaldas.

-Niña eres astuta, pero nosotros conocemos bien la consigna de los astros, nunca nos veríamos engañados por el destino, hoy Saturno se hallaba en una posi... ¡Aaah!

Allí de dónde Leafia y Rowland habían sido capturados, surgieron dos arañas imponentes. Debían medir como dos centauros cada una, de color negro y revestidas de tupido pelo; hacían sonar sus pinzas amenazadoramente, mientras llenaban todo de gruesas telarañas. Para asombro y sorpresa de Mystre, los arácnidos, comenzaron a hablar, mientras chascaban las pinzas:

-Nuestra comida...
-Es nuestra comida... sólo nuestra... blancos y rápidos escaparon, pero tener ahora más comida...

Fue una reacción espontánea, los centauros soltaron a los chicos, quienes corrieron detrás de la manada. Estos, ya por la práctica, estaban apuntando con sus largos arcos, a los peludos cuerpos de las acromántulas. Con las cuerdas tensas, éstas se pusieron más nerviosas, y se abalanzaron sobre ellos. Medio centenar de flechas volvieron a surcar al aire, la mayoría fallaron, y sólo una docena acertó en el blanco; pero las acromántulas no cedían terreno, y empezaron a cubrirlos enteros de blanquecinas hebras.

-¡Hay que pensar algo rápido!-chilló Hirenee.

-No sé que hacer... ¡huyamos!- gritó Rowland.

-No podemos huir, nos alcanzarían.-y Leafia se puso a dar vueltas por el claro murmurando- acromántulas, acromántulas... algo he leído, ¡sí!, son ciegas, ¿podemos hacer algo con eso?

-Dejádmelo a mí.-dijo con seguridad Mystre. Se abalanzó sobre un roble cercano y le arrancó un trozo grueso y duro de corteza, mientras los demás lo miraban atónitos.

-¿Mystre, qué haces?

-Tú alcánzame esa piedra afilada porfavor Hirenee.-y la cogió al aire cuando se la lanzó.- Fijaros, otra runa, no sé si funcionará...-y se puso a tallar sobre la corteza enmohecida del roble, una runa con forma de “K”. Habiendo trazado la última rayita... ¡Fum!, la corteza se prendió fuego al instante.- la runa del fuego, Kano, rápido, ¡coged ramas!
Todos cogieron varias ramas secas del suelo, las acercaron a la corteza y las juntaron, crearon cuatro antorchas centelleantes y cálidas. Se miraron, dieron un gesto de afirmación, y corrieron hacia las arácnidas bestias.
Rowland le lanzó la suya a los centauros, la tela de araña se prendió fuego y las acromántulas, aturdidas por tanta luz, chocaron entre ellas, y cayeron boca arriba. Después Leafia se agachó junto a la boca de una y le metió la antorcha por el gaznate, que empezó a incendiarse. Hirenee aún seguía quemando sus cuerpos y retorcidas patas aún cuando ya se notaba a la legua que estaban muertas.
Sin pensarlo dos veces, los amigos echaron a correr hacia la espesura, y no pararon hasta que lograron alcanzar otro claro, bastante más grande que el anterior, y con una cueva en medio. Se pararon cautelosos a recuperar el aliento. Mystre alzó la cabeza, el cielo, ya tornándose escarlata daba augurios de que la noche estaba al caer.

El bosque se quedó en silencio. Donde antes se oían algunos pájaros cantando al alba, ya ni se oía un grillo chirriar. Condiciones perfectas para que se empezasen a escuchar, unos extraños ruidos desde el interior de la cueva, como de ronquidos. Los amigos, ya muy experimentados, suponían que fuese lo que fuese que hiciera esos ronquidos, debía ser peligroso, así que se levantaron, y pasaron la cueva de largo.

Anduvieron una media hora, y la noche, por fin había caído. Un manto de estrellas cubría el cielo, en los resquicios que podían verse, entre los frondosos árboles.
-¿Os habéis fijado?, aquí los árboles son diferentes, es más, hay mucha variedad.-comentó misteriosamente Hirenee.

-Tienes razón, no sé porqué me da que nos estamos acercando a lo que buscábamos...

-¿Y qué se supone que buscábamos Leafia?, no sé tú, pero yo entre tanto bicho, ya me he olvidado de por qué entramos aquí.-replicó con bufa Rowland. Y los tres rieron.

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Mensaje  Leafia Miér Sep 05, 2012 6:03 pm

Capítulo 3: La selección druídica.

Ya empezaba a hacer cierto frío, y el vaho salía de las acompasadas respiraciones de los cuatro nuevos estudiantes. Subiéndose el cuello de la túnica, continuaron el camino. Según andaban, notaron que el sendero se retorcía, sinuoso, y comenzaba a descender. Se oían ululatos de búhos tempranos y ramas moverse; todo muy siniestro.

Preguntándose qué les habría pasado a sus compañeros de curso, aceleraron el paso, y... tropezón.
Mystre había introducido el pie en una raíz algo salida de la tierra y cayó encima de los demás; todos rodando y chocando con arbustos, rebotando con rocas del suelo, hasta que llegaron a la falda de tal cuesta.
Se levantaron magullados, con las túnicas rasgadas. Mirando a Mystre con cara de odio, éste se disculpó con una leve sonrisa. Escudriñando alrededor vieron, más adelante, que el camino se ensanchaba.
Continuaron caminando hasta que, de repente, unas fogatas fulgorosas se encendieron a ambos lados del camino. Éste ya no era de tierra, sino de piedras juntas y conglomeradas, tapadas a causa del otoño y las hojas caídas.

Llenos de satisfacción empezaron a correr de frente. A cada paso que daban, una antorcha más iluminaba la oscuridad; hasta que al final lo vieron. Del camino surgía una placeta con un gran monolito en medio. Escarpado en éste, había un enorme círculo, con símbolos extraños, runas talladas y mucho líquen. Formaba una especie de constelación.

Los cuatro: Leafia, Rowland. Hirenee y Mystre, se apiñaron en torno a éste. Los extraños símbolos tomaron forma definida; eran dibujos de diferentes árboles, entrelazados a una bonita greca central, que como comentó Leafia, era un Triskel Arbóreo.
Lo tocaron y palparon, esperando que ocurriese algo interesante, y así fue, pues cuando Rowland tocó un símbolo de un árbol de hojas grandes y planas, más antorchas se iluminaron indicando un nuevo caminillo.

Sin entender porqué, Rowland ya estaba corriendo en esa dirección, perdiéndose en la oscuridad, pues al pasar él, las antorchas se apagaron.

-¡Rowland!, ¡Rowlaaaaaand!-gritaban.

-¡Tranquilos chicos!, ¡lo encontré, encontré mi árbol!, rápido, tocad el vuestro en la roca negra.-La voz del chico sonaba lejana y perdida entre las tinieblas.

Los demás, siguiendo el ejemplo de su amigo, tocaron todos los símbolos, hasta que se iluminaron los propios. Leafia palpó un bello manzano, que a pesar de no ser la época, estaba en flor, e irradiaba luz rosada a lo lejos; corrió hacia él. Hirenee, que tardó en encontrar el suyo, fue directa hacia un bello ejemplar de Abedul, situado más lejos que donde Leafia había ido. Mystre en cambio, no lo encontró.
Desesperado, toco todo lo que podía, pero no hallaba manera. Una voz resonó detrás suya:

-Mystre, ¿has probado el Carpe?-dijo Jahuma con tranquilidad, haciendo que Mystre diese un respingo.

-¡Ah señor!, no veo cual es, ¿me lo podría indicar?

-Ja, ja, no lo siento Mystre, eso es algo tuyo propio, pero permíteme decirte, que como tú, yo también he nacido en el mes de Junio.-Y dando un revuelo de capa, desapareció; aunque a Mystre esta vez le pareció ver una pequeña sombra de algo alargado corriendo a ras de suelo.
Sin más dilación, Mystre buscó en los círculos de constelaciones, llegó al mes de Junio, y allí estaba. Para Mystre, el árbol más bonito que jamás hubiese visto. Lo tocó con suavidad, como con una caricia, y el camino se iluminó. Fue corriendo, mientras sus pasos se oían lejanos, y calló al lado de un tronco que serpenteaba, se entrecruzaba, y coronaba con unas grandes hojas verdes y unas flores colgantes, de aspecto frágil.

Repentinamente, todas las antorchas del claro sagrado se iluminaron, dejando ver todos los árboles, y todos los alumnos del curso, sentado cerca del propio. Varios compartían árbol, algunos estaban dormidos sobre sus raíces, incluso Leafia le sonreía a Mystre sentada en lo alto de una de sus ramas.
Un destelló surcó la oscuridad, y Jahuma apareció en el centro, pegado a la roca. Todos se sobresaltaron y fueron con él, hablando muy contentos de lo que les había pasado.

-Si, sí, nos encontramos con una plaga de Horklump, pero conseguimos aplastarlos y seguir adelante.-comentaba una chica muy alegre.

-Pues nosotros tuvimos que escapar de un Ogro de río que estaba pescando en un riachuelo por allí.-comentó señalando con brío un alumno alto y con rastas.

-Muy bien, muy bien chicos; dejad la tertulia para la sala común.-todos se volvieron hacia Jahuma con una sonrisa de oreja a oreja.- lo habéis conseguido todos, sin hacer uso de vuestras varitas, habéis sorteado montones de peligros a los que un mago normalmente se ve expuesto en bosques como éstos. Todos habéis contribuido a llegar hasta aquí a vuestros amigos, demostrando mucha estrategia, sabiduría y valor, a la vez que características con las que podremos elegiros hacía una casta u otra. Todos habéis desentrañado el enigmático poder de los árboles sagrados; vuestro árbol-dijo con un amplio movimiento de brazo- será quien os guíe por vuestras aventuras de la vida. Respetad vuestro árbol y él os tenderá su fuerza y valor mágico.

-Jahuma...-dijo una chica bajita con coletas.

-Profesor Jahuma-le corrigió éste.

-Si, profesor, ¿cómo volveremos al castillo?
Y sin contestación aparente, Jahuma esbozó una sonrisa, extendió sus brazos en alto, giró sobre sí mismo, y donde hace unos segundos había un hombre rubio de túnica blanca, ahora se hallaba un juguetón hurón, que los miraba con interés.

-¡Es un animago!-gritó Leafia con clara emoción.

-¿Un ani-qué?-dijeron varios.

-Es un mago que se puede transformar en animal, mis padres lo son,-aclaró Hirenee- ¿verdad profesor?- preguntó dirigiéndose al hurón.
Éste salto al hombro de Mystre, y de rebote, alcanzó con facilidad lo alto de la roca. Tocó con la peluda pata el pico de la misma. Un colorido remolino de luz y sonido surgió de la nada, todo empezaba a girar, los alumnos se apretujaron en torno a la roca, y finalmente, aparecieron en el círculo de rocas rúnicas, que había ante la pared del arco-retrato.

Se soltaron de golpe; varios alumnos cayeron al suelo, otros, sólo mareados, agitaban la cabeza a causa del viaje en traslador. Jahuma ya en su forma humana de nuevo dio cinco golpecitos con su varita a la pared lisa. El arco de piedra en la pared volvió a dibujarse. Entró seguido de los demás alumnos, se reincorporaron en la antesala, y volvieron al comedor. Éste seguía lleno de alumnos curiosos de otros años superiores, que les miraban contentos. Debía ser la hora de cenar, pero el ambiente no había cambiado desde la hora de comer.
A Mystre le rugían las tripas, y miraba con hambre los platos de comida vacíos posados ordenadamente sobre las largas mesas. Uno de los druidas de la mesa elevada, de profesores, se bajó la capucha. Todos los alumnos aplaudieron; y los nuevos, los imitaron. Debía ser el director,-pensó Mystre. Con una voz chillona pero sosegada, el hombre alto comenzó a hablar, manteniendo los brazos en alto.

- Bienvenidos un año más al Liceo Mystra de Brujería Hispánica. Otro curso comienza, y no será menos que años anteriores. Como todos los años, lo primero, felicitar a los nuevos alumnos, que ya pueden considerarse druidas por haber sorteado tan peligroso camino en busca de su identidad en el bosque prohibido; me he de permitir decir, y espero que no os moleste,-dijo guiñando un ojo a los alumnos sentados mientras se enrollaba un dedo en la barba larga y castaña- que éste año tenemos mucha variedad de alumnos, todos son especiales, pero lo son aún más tras haber superado esta prueba. Comencemos la selección de casas.-Y terminado esto, los alumnos aplaudieron fuerte, y el anciano se sentó con torpeza en el sillón más alto.

La bruja bajita, que estaba sentada en el extremo de la mesa, vestida con una flameante túnica naranja, los colocó en fila, y sacó el largo pergamino con el que Jahuma había pasado lista. Lo desenrolló, y empezó a leer.

-Adrián Escolber. ¡Ogmios!
Adrián corrió a sentarse a la mesa desde la que lanzaban vítores de triunfo, vestidos todos de túnicas marrones.

-Filipp Fester. ¡Morrigan!
Éste, en cambio, fue a sentarse con los que vestían una túnica negra y saludaban con la mano.

-Mystre Scops. ¡Cernunnos!
Sin haberse dado cuenta, la mesa de más cerca ya tiraba de él para sentarle en uno de los bancos, todos le saludaban alegres y daban la mano, dejando ondear sus túnicas verde brillante al agitársela. Mystre muy contrariado, sólo sonreía.

-Leafia Fawntellow. ¡Brighid!
Llena de emoción corrió a la mesa de al lado, y se sentó junto a una chica que Mystre ya había visto antes, junto al hombre del bigote, en el andén, ataviada con una túnica blanco perla. Mystre las saludó a ambas, quienes se reían por lo bajo y cuchicheaban, mientras lanzaban miradas fugaces a Mystre.

-Rowland Stevenson. ¡Morrigan!
Dando un traspié por el pequeño escalón, fue corriendo a sentarse con los de negro.

La mujer de naranja siguió colocando a los alumnos.
-Hirenee Ayline. ¡Ogmios!- concluyó la bruja, cerrando el pergamino.
También bastante satisfecha, fue a sentarse con los de marrón.

Las voces cesaron al instante, y todos miraron al director, que volvía a estar levantado.
-Pues ahora, sin más preámbulos, ¡que comience el banquete!-y agitando su varita en el aire, miles de exquisitos manjares llenaron las mesas de madera.

Mystre miró todo asombrado, y cogiendo sus cubiertos, empezó a devorar todo lo que tenía cerca; desde cocido montañés, hasta arroz con una salsa de chipirones y atún. Todo le parecía estar buenísimo. Cuando ya estaba terminando su postre, unas natillas con canela, los demás alumnos aún no habían terminado. Los miraba atento, se sentía extraño; Mystre había hecho tres buenos amigos en su pequeña aventura de selección, pero cada uno estaría en una casa diferente, con distintos horarios y actividades, y eso, le molestó un poco. Buscándolos entre la multitud, miraba como ellos también parecían preocupados, y no se lo reprochó, pues hacer nuevos amigos, podía resultar incómodo sin nadie que conozcas a tu vera.

La cena terminó, y ordenadamente, los alumnos de cada casta iban saliendo. Cernunnos fue la última, y siguiendo al prefecto de la casa, una chica alta y rubia, bastante guapa de ojos claros, con una reluciente insignia en el pecho; salieron al vestíbulo.
Mystre sintió una vez más, como si fuese observado. Miró alrededor y fijó la vista en un chico y dos chicas, al pie de la escalera. La muchedumbre empezaba a despejarse del salón principal. Se miraron una vez los cuatro juntos.

-Bueno, es un fastidio pero...-empezó Hirenee.

-...Nos veremos en las clases y eso-concluía Mystre.

-Y en los recreos y fines de semana también, no os olvidéis de eso.-añadió Leafia esbozando una tímida sonrisa.

-Tenéis razón, aún nos queda mucho por ver aquí.-siguió Rowland.
Y juntaron sus varitas (recién entregadas por Jahuma) en el medio, las alzaron, y cada uno se fue siguiendo a su casa; Mystre echó una última mirada atrás, fijándose cómo los de Morrigan y Brighid, subían por la escalinata de mármol, pero cada uno siguió una dirección opuesta. En cambio los de Ogmios, se dirigieron a un lado de la escalera, bajando por un pasillo, justo al lado contrario de adónde se dirigían los de Cernunnos.

Mystre corrió bajando peldaños largos, para reincorporarse a los de su casa. Les alcanzó, delante de lo que parecían, unas mazmorras. Llenas de manchas, frías y oscuras, con paredes enmohecidas, Mystre se puso en cabeza. Pudo ver cómo el pasillo se dividía en dos. Recordó algo, y abrió su cartera de hombro; sacó un trozo de pergamino arrugado con instrucciones de dónde estaba su sala común; éste indicaba que debían irse por la izquierda, dónde se veía una puerta tapiada con frondosas plantas alrededor; pero los alumnos de verde fueron por la derecha. Intentó avisarlos, pero ya estaban desapareciendo a través de la pared lisa donde, por el otro pasillo, estaba la puerta conocida por Mystre. Con un último paso decidido, entró en la sala común.
No era muy amplia, sin embargo, cabían perfectamente todos los alumnos. A rebosar de plantas, flores exóticas, y pequeños animales como ardillas dormidas, o murciélagos volando entre las copas de los árboles. Fueron sentándose en butacas y sillas frente a una chimenea de ladrillo, en un lado de la pared.

Mystre se sentía cómodo. Se quedó un rato sentado junto un grupo de segundo, escuchando una conversación sobre Zoología mágica. Pronto le entró sueño, así que se despidió con un bostezo y un levantamiento de mano, y buscó los dormitorios. Bajando unas escaleras entre dos árboles bajos, los encontró; estaban numerados, por cursos. Allí dentro encontró cuatro camas muy mullidas, pero vacías. Su baúl, que había dejado en el vagón portaequipajes, reposaba sobre la cama de la derecha. Lo abrió para comprobar si estaba todo, y con un hondo suspiro, se puso el pijama, aún arrugado por la rapidez con la que por la mañana lo había doblado -¡Cuántas cosas habían pasado en tan poco tiempo!-; se metió en la cama, y se quedó plácidamente dormido.

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Mensaje  Leafia Jue Sep 06, 2012 6:35 am

Capítulo 4: Conociendo el Liceo.

Entreabriendo los ojos, Mystre se hallaba plácidamente repanchigado sobre las revueltas y blancas sábanas de su cama, todavía tibia. Se desemperezó, mientras arrullaba una enredadera que colgaba del dosel de su cama. Se incorporó y frotó los ojos. Aún no se había acostumbrado ni a dormir allí, ni a que había cambiado de lugar. Desorientado, se frotó los ojos con los nudillos una vez más, y miró alrededor. La habitación estaba vacía, todas las camas, como la suya, revueltas y desordenadas.

Se dio cuenta de que el día de su llegada había sido tan ajetreado que no sabía horarios; y temió que llegase tarde a desayunar por la ausencia de sus compañeros de dormitorio, a los que aún no había conocido. Se abalanzó hacia su baúl y sacó una túnica que usaba habitualmente cuando estaba en su casa, pero en cuanto se la puso por los hombros, la túnica se cambió completamente de color, del gris peltre que solía ser, a un verde intenso, desde el cuello de cisne, hasta el dobladillo del final. Algo más animado, metió todos sus libros en la cartera, y cargó con todo el peso en los hombros, metiéndose la varita apresuradamente en el bolsillo del pecho.

Salió del dormitorio, subió la escalerilla oculta entre los árboles bajitos, y pasó corriendo por el salón común, saludando a dos chicas con la mano al pasar, fugazmente, a través de la pared. Volvía a estar en aquel pasillo de las mazmorras; contrariado, continuó subiendo los largos escalones, hasta que vislumbro el lado de piedra de la escalinata de mármol del Vestíbulo.

Se oía ajetreo dentro del comedor, así que tiró de las asas (no se abrieron), y probó de nuevo empujando. Al entrar nadie lo miró, todos desayunaban mientras leían el periódico o se levantaban de una mesa a la otra. Fue hacia su mesa, pero a mitad de camino, Hirenee la saludó desde la mesa más cercana. A su lado, morena, con pelo liso y corto, y mostrando una sonrisa pecosa, Leafia le llamaba la atención. Delante de las dos chicas, de espaldas a Mystre, se veía la estrecha espalda de Rowland, que se volvió y cogió del brazo para sentarlo a su lado.

-Buenos días.-saludó Mystre sonriendo, y descargando la cartera sobre el banco.

-Buenas.-respondieron los demás. Leafia estaba con un ejemplar de “El Cárabo Matutino” entre sus manos, y pasaba lentamente las hojas. Hirenee en cambio, tenía entre sus manos una bolsita morada, de la que sacó unas canicas de color verde y magenta. Y Rowland con el tenedor pinchado sobre una salchicha, preguntó:

-Vaya, que canicas más extrañas, ¿qué son, Hirenee?

-Ja ja, no son “canicas” muggles. Son Gobstones, me quiero apuntar hoy al club, se me da bastante bien.

-¡Oh! vaya, yo aún no he pensado en que actividades extraescolares entraré.-dijo Mystre, con cara de duda- Me gustaría probar si me admiten en el equipo de Quidditch...

-No puedes Mystre,-interrumpió Leafia- hasta el año que viene no se nos permite volar en escoba.

-Pues vaya fastidio, yo también tenía esa intención.-comentó alicaído Rowland.

Acto seguido, aparecieron cuatro brujos por la puerta trasera del comedor. Uno era el profesor Jahuma, que llevaba puesta su túnica de pico blanca y volvía a sostener un caldero entre su brazo y su cadera, esta vez relleno de rollos de pergaminos sellados. A su izquierda la bruja de naranja que leyó el pergamino de selección la noche pasada, llevaba el pelo muy rizado y negro, por delante del cuello, y otro pergamino en su bolsillo, medio salido. A la derecha del profesor Jahuma, un mago muy alto y tieso. Tenía el pelo corto y entrecano, bolsas en los ojos, pero una mirada cálida; con las manos en los bolsillos, avanzando con paso firme. Al extremo del cuarteto se hallaba una bruja bellísima; era rubia platino, y tenía dos largas trenzas colgando hasta la cintura; de piel sonrosada y unos ojos negros húmedos; iba muy seria, mirando para todos lados, ondeando la túnica lila suave al pasar.

Los cuatro se colocaron en el centro y con una voz potente y perfecta, de un comentarista de radio, el hombre entrecano comenzó a hablar.
-Porfavor alumnos, iros colocando en vuestra mesa correspondiente, los tutores de las castas empezaremos a repartir el horario para este curso que empieza. Los de Brighid, sentaros ya.-concluyó mirándolos severamente.

A Mystre le interesaba bastante quién era el tutor de cada casta, echó una mirada rápida y vio como cada uno se iba en una dirección, haciendo pasar pergaminos nuevos enrollados, con el horario inscrito en ellos. El profesor Jahuma, como ya había supuesto la noche anterior Mystre, era el tutor de Cernunnos. La bruja de naranja y pelo rizado, se dirigió a la mesa donde Hirenee estaba sentada, expectante a su tutora.

-Esa es la profesora Thristerny,-dijo una voz a su oído. Un chico bastante alto con pelo rizado y naranja claro, semejante al de Hirenee; se había inclinado por detrás de otro alumno sentado al lado de Mystre para hablarle.- y ése,-dijo señalando al que empezó el discurso- es el profesor Frenzest, tutor de Brighid.

A Mystre ése mago personalmente le infringía cierto respeto. Se preocupó por Leafia y la miró, pero justamente, estaba hablando con él como si tal cosa.

-Es el padre de Blossy y Leafia Fawntellow, como puedes ver. Y la tutora de Morrigan, es la profesora Cornipher.
Al ver cómo Mystre la miraba, embobado; el chico le agitó la mano por delante.

-Todos la adoran, aunque si te digo la verdad, es bastante fría, pero da muy bien su asignatura. Encantado, me llamo Flertell Ayline.-Flertell al ver la cara de asombro que puso su nuevo compañero, añadió- Veo que has hecho buenas migas con mi hermana Hirenee.

-Sí, así es,-respondió embobado- nos conocimos en la prueba de selección. Igualmente, me llamo Mystre, Mystre Scops.-añadió dándole la mano.

-Vaya, genial.- se la estrechó, y se volvió con los compañeros de su tercer curso.

El profesor Jahuma llegó a donde estaba Mystre, le hizo un gesto de reconocimiento con los ojos y le entregó el horario.
La letra del profesor era bastante pulcra y redonda, se fijó en el horario y observó que los lunes no eran demasiado agitados. A primera hora tenían Historia de la Magia, en el quinto piso; así que se volvió a colgar la cartera, y se dirigió para el vestíbulo.

Subió la escalinata de mármol y pasó por la puerta que la coronaba. No pudo contener un grito de asombro. Se hallaba ante un enorme salón, abarrotado de trofeos la pared, y mirando a la izquierda pudo ver unas inmensas escaleras, que en espiral, iban ascendiendo, rodeando la sala de trofeos del centro. Empezó a subir los escalones. Extrañamente, había también raíces agarrando los peldaños y retorciéndose por los tramos de escalera. Esquivándolos un poco iba ascendiendo por cada escalera, mientras podía ver el interior de los pisos al pasar. Llegó al quinto algo exhausto, allí vio a más alumnos, vestidos con túnicas marrones entremezclados con los de la casa de Mystre. En cuanto vislumbró a Hirenee, fue con ella. Juntos pasaron dentro del aula. Tenía aspecto de haber sido usada innumerables veces, muchos pupitres seguidos y pulcramente ordenados, pero con líneas antiguas se extendían, frente a la mesa alargada del profesor. Hirenee y Mystre, se sentaron en primera fila, intentado causar buena impresión, por ser su primera clase.

Y esperaron...ya había pasado un cuarto de hora cuando, de golpe, se abrió la puerta y entró un mago bastante flaco, con una túnica color marfil y montones y montones de pergaminos delante, las gafas torcidas en su chata nariz, y el pelo rubio oscuro, desordenado. Tropezó con la cartera de Mystre de camino a su mesa, y los pergaminos salieron volando. Mystre se apresuró a sacar su varita para levitar, como había hecho su madre con su baúl una vez antes, los pergaminos en el aire; mientras Hirenee le ayudaba a levantarse. El apresurado profesor, sonrojado, recogió los pergaminos, sonrió a los chicos, y se sentó en la silla. Mirándolos a todos, exhaló un hondo suspiro, y empezó a hablar, con voz nerviosa.

-Bue...buenos días a todos.-dijo con la mano en el pecho. La mayoría rieron.- Soy el profesor Javoletton, que os enseñará Historia de la magia.
Miró a todos, se colocó bien las gafas cuadradas y pasó lista, sólo levantando la mirada del papel a cada nombre que leía mentalmente.

-Vale, estáis todos según veo. Esta asignatura que vais a estudiar, puede que sea del desagrado de muchos,- Mystre carraspeó- pero yo intentaré hacérosla lo más amena y entretenida posible. No, no saquéis libros,- se apresuró a decir cuando dos chicas sentadas atrás abrían sus mochilas.- esta asignatura será por apuntes; os he intentado resumir, para que no tengáis que aprenderos el libro como Jobberknols.
Sacad pluma, tintero, y todo lo necesario, y empezamos.

La clase a Mystre no le pareció pesada en absoluto. El profesor Javoletton, contaba con tantas energías la historia, que parecía vivirla en el momento. Era muy convincente, y hablaba de forma desgarbada y directa con ellos, para que le atendiesen bien y fuese fácil seguirle.

-Bien chicos, para la próxima semana, quiero que me entreguéis un trabajillo, como un resumen, de lo dado hasta el próximo viernes. Creo que no os será difícil.- Y recogiendo todo a mucha velocidad, salió de la clase, colándose entre las dos chicas de antes.
Ya una vez fuera, en el rellano del quinto piso, Hirenee se despidió, y subió en dirección al sexto piso. Mystre, volvió a sacar el horario; esta vez, Transformaciones, en el primer piso.

A Mystre le dolía la espalda, y asomándose por la barandilla, supuso que habría formas más rápidas de llegar al primer piso.
Echó la vista al pasado, y recordó una flecha dibujada en una roca. Mystre se apresuró. Cogió su varita mágica y escribió en el aire la famosa runa de la dirección, Teiwaz, murmurando por lo bajini: ¡Flagrate!
La Runa de color rojo brilló intensamente y empezó a moverse. Mystre la siguió con atención andando, pero tuvo que empezar a acelerar el paso, pues la estaba perdiendo. Llegó hasta el séptimo piso, cruzó el rellano y una pared completamente lisa, misteriosa; dobló un pasillo, y entro por una puerta. Después el pasillo se iba estrechando y una escalerilla se estaba formando. Cruzó otra puerta más, y se hallaba frente a una sala muy grande, con dos escaleras de caracol a cada extremo, la de la derecha, bastante más alta. Continuó siguiendo a la brillante runa voladora, cruzó otra puerta, y esta vez, se encontraba frente a la sala de trofeos. La runa se desvaneció en el aire, pues el hechizo había terminado, y siguió andando recuperando el aliento, al primer piso.

Llegó el primero; al principió pensó que habría llegado tarde, pero las voces de sus compañeros de curso se oían bajando por las escaleras. Los saludó con una sonrisa de autosuficiencia, y entró a clase. Esta vez también ocupó un pupitre en la primera fila, pero más centrado, por si el profesor de Transformaciones, era tan apresurado como el profesor Javoletton.

La clase se llenó y el profesor detrás de los alumnos retrasados del grupo, cerró la puerta. Este aula, en comparación con el de Historia de la Magia, era bastante más llamativa, así mismo, tenía un montón de utensilios, a primera vista de Mystre, inservibles. El chico pudo ver al profesor mientras se sentaba en su asiento. Era de cara pálida, un poco chapado y alto, muy sonriente, y con el pelo recogido en una coleta. Tenía un aspecto moderno, dentro de lo clásico, muy particular. Vestía una túnica de manga corta color púrpura, muy psicodélica.

-Buenos días a todos.-dijo sonriendo vehemente- soy el profesor Presttermonch. Yo os daré la asignatura de Transformaciones, llevo muchos años en la docencia aunque no lo parezca y trataré de pasaros mi conocimiento de la forma más enrollada posible.-terminó guiñando a la chica de coletas que ya conocía Mystre.
Los murmuros comenzaron...

-¿Y éste viejo verde?, ¿habéis visto cómo ha mirado a Nicolette?

-¿Y porqué va vestido así?, ¿se cree moderno?

Mystre no opinaba, pero ya estaba dado la vuelta, afirmando con la cabeza entre la agitación, los escabrosos comentarios de sus compañeros de casta. Sonó el ruido de una silla correrse por la madera del suelo, y antes de que Mystre pudiese reaccionar, el profesor Presttermonch ya le apuntaba con la varita; fue entonces, cuando alguien lo empujó.

Mystre desde el suelo, con los ojos muy abiertos, pudo ver como el hechizo del profesor alcanzaba a Nicolette, que sentada detrás, con cara de asombro, se empezó a transformar en un osezno negro. El chico que le había empujado, con flequillo de punta, moreno y de piel oscura le tendió la mano, para ayudarse a levantarse.
Todos miraron al profesor, que había guardado su varita.

-Señorito Scops, tiene suerte de que su compañero Mertxol tenga mejores reflejos que usted. No vuelva a darse la vuelta cuando hablo, o podrían ocurrir cosas, como a su compañera Nicolette.
Y sacando su varita, la volvió a destransformar. Nicolette estaba nerviosa, pero sonreía. Era una chica muy afable, y se miraba lo que antes tenía por zarpas peludas.

-Como iba diciendo, os daré transformaciones, pero si me obligáis, en ciertas ocasiones, me veré inducido a enseñar la clase con vosotros mismos.- Y tras una cara seria, empezó a esbozar una amplia sonrisa, que terminó en una carcajada.- Lo siento chicos... es que nunca me lo había pasado tan bien en mi primera clase de curso.

El profesor Presttermonch se volvió a la pizarra, y comenzó a escribir, diferentes formas de invocar con la varita pájaros, ratones o mariposas. Mientras el profesor estaba dado la vuelta, los alumnos no se atrevían ni a mirarse, temían otra extraña reacción por su parte.

-Está loco-pensó Mystre.

-No es que esté loco, ya me explicaron mis primos que era así, que tuviese cuidado la primera clase, lo hace aposta para hacernos callar-comentaba susurrando Mertxol, por el rabillo de la boca.- Resulta que una vez escuchó el canto de un Fwooper, y claro, imagínate.

-Vaya...-seguía Mystre con el mismo tono que su compañero- parece que sabes mucho de pájaros mágicos...

Mystre empezó a sentir una extraña envidia. Mertxol había deducido antes que él que iba a transformarle, sabía mucho de pájaros mágicos, y para colmo, era legeremante, ¿cómo si no había escuchado que pensaba que el profesor estaba majareta?; se sentía algo inútil, pues Leafia también era muy inteligente, Hirenee sabía mucho sobre el mundo mágico y Rowland siempre estaba seguido de un grupo numeroso de gente de su casta, todos reían con él.

-No sé hacer nada...

-Eso es mentira,-dijo mirándole inquisitivamente Mertxol- tú fuiste quien dedujo la dirección dónde debíamos ir cuando Leafia descubrió la estratagema del musgo, y también quien accionó la runa ésa para descubrir un nuevo sendero; también nos distes confianza en la selección, creo que sabes cosas que ni tú sabes, es extraño, pero… ¿por qué si no Jahuma se hubiese parado tanto en tu nombre cuando pasó lista el día de nuestra llegada?-Mertxol dijo esto de corrida, tanto, que Mystre ya no sabía si era un compañero de curso, o su propia conciencia. Era cierto, él había descubierto ciertas cosas que los demás no, y se sentía contrariado pues nunca había conocido todo eso antes...

Mystre se desemperezó y miró como Presttermonch empezaba a invocar cosas de su varita cómo si tal cosa.
Sonó el timbre, y empezaron a recoger. Mystre iba a volver al Gran Comedor, con la esperanza de ver a sus tres amigos en el rato de descanso, pero una afable Nicolette junto a Mertxol, estaban esperándole junto al marco de la puerta del aula.

Bajó con ellos a la sala común mientras hablaban y contenían risas sobre las anécdotas de la clase de Transformaciones, dejaron sus cosas en la habitación, y volvieron al Gran Comedor.

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Mensaje  Leafia Jue Sep 06, 2012 8:37 am

Capítulo 5: Amistades enfrentadas.

Mystre lo hubiese dado todo por no ver ésa escena. Todos los alumnos, apiñados en círculo, alrededor de la mesa de profesores, montones de gritos, abucheos y vítores; aplausos animados y gente intentando hacerse paso. Mystre no sabía que ocurría, pero fue corriendo a mirar que pasaba. Una vez alcanzada la barrera de alumnos:

-¡Mucus Adnaeseum!- Gritaba Leafia, con las cejas erizadas y tartamudeando.

-¡Rictusempra!-chillaba al otro lado Rowland, mientras tres chicos rodeaban a Leafia.

Rowland y Leafia se estaban batiendo en duelo. Mystre horrorizado por la situación, empujó y se hizo paso hasta llegar a la mesa, se subió, y sacó su varita, entre los dos. Un rayo de color negro que iba directo a la cabeza de Leafia dio en el brazo extendido de Mystre, que empezó a echar borbotones de sangre; pero éste, sin ceder terreno, dio un golpe con la varita a la mesa y exclamó:

-¡Offensio! -Al tiempo que saltaba con Leafia de la mesa. El embrujo dio a los cuatro chicos vestidos de negro que cayeron de bruces al suelo de losas de piedra. Mystre se agarró el brazo con fuerza, pero no paraba de salir sangre, y se estaba mareando. Entonces apareció Hirenee entre la multitud, que fue directo a Rowland y le hundió su varita bajo la nuez.
-No toques a mis amigos...-dijo con un tono sorprendentemente amenazador. Fue entonces cuando los tres protectores de Rowland se levantaron para ir hacia Hirenee, pero:
-¡Locomotor Mortis!

El rayo de luz plateada dio a los tres chicos, que se les juntaron las piernas a causa del maleficio y cayeron de nuevo. Hirenee miró entre la multitud, y adelantado, su hermano Flertell mantenía la varita apuntándoles. Apretando su plateada insignia contra el pecho, dijo:

-Cuarenta puntos menos para Morrig...-Pero se calló al ver a la tutora de la casta de Rowland, la profesora Cornipher, que le sujetaba el hombro delicadamente. Ésta se colocó bien las rubias y largas trenzas, chascó la varita, y mirando fríamente, hizo que los de su casta lo siguieran fuera del comedor.

Todo estaba en silencio, mientras veían desfilar a los cabizbajos de Morrigan, pero a Leafia le dio tiempo a echar una última mirada de odio a Rowland. En cuanto las puertas de roble se hubieran cerrado, el murmullo comenzó a expandirse de nuevo.
Jahuma entró corriendo al comedor, ondeando su túnica. Se paró en seco delante de Leafia, Hirenee y Mystre, y, para sorpresa del último, el profesor Jahuma no los saludó; simplemente chasqueó los dedos como solía hacer, y entraron en la antecámara detrás de la mesa volcada de profesores. Antes de que cerrasen la puerta, Jahuma la hizo colocarse agitando la varita mágica.

Una vez dentro, Hirenee comenzó a llorar, y Leafia la agarró de los hombros para consolarla. Mystre no sabía que hacer, sólo miraba a Jahuma, en pos de una respuesta. Éste le devolvió la mirada, y preguntó:

-¿Me podéis explicar, qué ha ocurrido en el comedor?

-Yo... lo siento profesor, llegué tarde de clase de Transformaciones porque antes pasé por la sala común; pero cuando entre y vi todo, no pude contenerme a ayudarla...

-Es comprensible, sin embargo eso no explica cómo se llegó a ese lamentable espectáculo.
Mystre le miró desconcertado, y giró la cabeza a Hirenee, que balbuceaba algo incomprensible; entonces Leafia comenzó.

-Habíamos bajado de la clase de Encantamientos en el cuarto piso, cuando nos encontramos en el vestíbulo a Rowland, rodeado de amigos; a... bueno... a Hirenee, le gustaba un poco Rowland, así que la di ánimos para que se lo dijese a éste energúmeno,-dijo imprimiendo todo el odio posible en la última palabra- pero él simplemente se bufó de ella, delante de todos los demás, y yo me encaré a él; le dije... le dije que no podía decir cosas así, que todos necesitábamos nuestro orgullo, pero él sólo imitó mi voz y se burló de mí, así que, saqué la varita e iniciamos el duelo.
Leafia tomó aire, pero la interrumpió Hirenee.

-Leafia le estaba ganando, mientras se iban moviendo al comedor, pero se interpusieron los amigotes de Rowland, y fue cuando Mystre se subió a la mesa a ayudar, yo me había quedado atrás, sujetada por mi hermano.
Un ruido sordo interrumpió la narración de Hirenee; Mystre se había caído mareado, sujetándose el brazo ensangrentado.
Jahuma enarboló su varita, se agachó junto a él y de un simple, pero laborioso movimiento de varita, hizo que la herida se le cubriese de nueva piel, limpia y lisa. Le sujetó contra un taburete que había acercado Leafia, y sacó de su cinturón un frasquito de poción rojo sangre. Abriéndole la boca, empezó a vertérsela.

Mystre se despertó, y empezó a toser algo de la pócima, aún mareado los miró.
-¿Qué ha...?

-Rowland debió emplear la maldición Sectumsempra- dijo Leafia.

-Eso es lo que iba diciendo... Mystre consiguió detenerlos, pero volvieron a ponerse en pie cuando yo había ya cogido a Rowland. Mi hermano me siguió para pararme, e inmovilizó las piernas de los de Morrigan.

-Lue… luego vino a profesora Cornipher, y los sacó de allí.

-Y ahí fue cuando aparecí yo... Bueno, está muy claro que vuestra culpa no ha sido, pero deberé contarle esto al Director Uzurcall, antes de que esos alumnos cuenten “su versión” del altercado a su tutora. Cornipher es sumamente inteligente, no creo que se vea engañada por ellos, pero me aseguraré. Mystre, termínate esa poción reabastecedora de sangre, e id a la próxima clase.
Dicho esto, se levantó, y salió a paso raudo fuera de la antecámara. El muchacho, terminó de un sorbo la roja pócima, y salieron también fuera.

Leafia y Mystre llegaban tarde a su próxima clase, y ya se habían demorado, unos veinte minutos cuando, tras haber cruzado el vestíbulo, se despidieron de Hirenee, que subía la escalinata; salir por las grandes y estampadas puertas de roble, rodeado el castillo, y llegado al sendero que tomaron en la prueba de selección para llegar a la antigua cabaña del final del bosque, en el verde valle. Leafia sabía el camino porque le había preguntado a las amigas de su hermana, quién vivía en la cabaña. Estas le explicaron la noche de su llegada, en la sala común de Brighid, que allí vivía el Guardabosques, que era a su vez, el profesor de Cuidado de criaturas mágicas.

Cuando llegaron a vislumbrar la cabaña, ésta se veía rodeada por los de Brighid, con su impoluto blanco perla, y los de Cernunnos, vestidos de verde césped, muy parecido al de sus pies; que se hallaban sentados sobre rocas ordenadas, frente a un hombre alto, esbelto y fornido; tenía el pelo rubio oscuro, despeinado; de ojos pardos y vibrantes, se fijaron en Leafia, y después en Mystre. Tras examinarlos, los alumnos se dieron la vuelta, y dijo:

-¡Ah!, ¿ya veo que vuestro pequeño albedrío ha terminado no?, he recibido el mensaje del profesor Jahuma, tranquilos, sentaros por aquí.-Dijo señalando dos piedras cerca suya.
Leafia y Mystre le hicieron caso, y tras éste último saludar a Mertxol, el hombre comenzó a hablar.

-Bueno, vuestra primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, ¿nerviosos?, espero que no, pero que tengáis ganas de aprender. Normalmente, en otros centros de enseñanza mágica, mi asignatura no se empieza a ver hasta tercer curso, y como optativa; pero como sabéis, aquí en el Liceo, apostamos por la magia natural, así que haced honor a vuestras túnicas y coged la asignatura con ganas, será divertida y entretenida. A propósito,-dijo al ver a Nicolette con la mano lavantada- soy el Profesor Toniderllow.-Terminó, guiñando un ojo a Nicolette.

La clase para, sorpresa de Mystre, fue muy entretenida. El profesor Toniderllow sabía exactamente cómo dar una asignatura cómo ésta. Durante la clase, anduvieron bastante, incluso escalaron el pequeño pico que sobresalía al lado del valle. Detrás de éste, había un corral, en apariencia vacío; hasta que Mystre reparó en que la comida de los comederos de madera, llenos de vísceras, pan, y otros mejunjes, iban desapareciendo, seguidos de gruñidos y resoplidos. Resultaban ser Tebos, que cómo muy bien dijo Mertxol, eran unos jabalíes invisibles. El profesor Toniderllow, tras subir unos quince buenos merecidos puntos a Cernunnos, les pasó un frasquito de poción plateada y fría a los alumnos, que en grupos de tres, iban rociándoles a los Tebos, para que se volviesen visibles. Tuvieron suerte, pues hasta llegaron a encontrar una pequeña piara de jabatos de Tebo en una esquina del corralete. El profesor Toniderllow, despidió a la clase desde su cabaña agitando el brazo, mientras decía:

-¡Agradecedle al profesor Jahuma las pociones que nos dejó para ver a los Tebos!-mientras gritaba eufóricamente.

Los alumnos de Brighid y Cernunnos se llevaban especialmente bien, cuando volvieron a través del bosquecillo, no iban separadas las castas, sino apiñados y entremezclados, y conversando alegremente de cómo el profesor les había enseñado cómo ordeñar a una Tebo.
Llegaron al castillo y se despidieron en el vestíbulo, mientras los de Cernunnos subían al cuarto piso, para la clase de Encantamientos.

El resto del día pasó rápido. Disfrutaron de una suculenta cena en el Gran Comedor, intentado eludir las maliciosas (e incomprendidas por sus antiguos amigos) miradas de Rowland y sus compañeros de curso. Cuando hubieron terminado de cenar; Mertxol, Leafia, Hirenee y Mystre, salieron al patio a charlar un rato antes de irse a sus dormitorios. El Patio interior conectaba con el Ala sur del castillo, situado bajo las escaleras de mármol. Era un espacio al aire libre, con muchos bancos y una fuente muy lustrosa y brillante, de granito, en el medio de un jardincillo bien sembrado. Era agradable estar allí,-pensaba Mystre- su primer día de colegio había sido muy ajetreado, pero a su vez divertido. Charlaban en voz baja de cómo eran sus salas comunes; pues aunque estaba prohibido dar datos de dónde se encontraban a otras castas, Hirenee se encargó de lanzarle un hechizo Muffliato al conserje (el señor bigotudo y panchón), para que no escuchase su conversación secreta. Mystre empezó a describirles su sala común con mucho énfasis, pero se quedó sorprendido de que las demás Salas, no tuviesen árboles por medio, ni animales paseando. La de Ogmios en cambio, que como contaba Hirenee, estaba situada en las bodegas, detrás de unos grandes barriles, era cálida y confortable, muy tranquila, y tenía un saloncito para dedicarte únicamente a la relajación, pues estaba insonorizada. La de Brighid, en el ala Oeste del castillo, se ocultaba bajo una trampilla, cerca de una columna; era extensamente grande, y había partes al aire libre, pues daba con una torre de la fortaleza; hasta tenía un riachuelo pasando por medio, con una pequeña cascada que surgía entre rocas de la pared. Cuando Mertxol iba a empezar a dar datos de Morrigan, el conserje se les acercó, y les avisó de que ya era el toque de queda, que debían acostarse; así que, haciendo caso, se fueron cada uno a su sala común.

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Mensaje  Leafia Jue Sep 06, 2012 9:50 am

Capítulo 6: Los misterios de Mystra, y Mystre

Llegó el martes y, una vez más, Mystre se había quedado dormido; estaba otra vez sólo en la habitación. Se desemperezó, se fue a dar una ducha, pasando el dormitorio a la derecha, y se vistió rápido. Cruzó la sala común, que apenas había algún grupillo de quinto curso o de tercero rondando entre las mesas, pues se habían bajado el desayuno al salón.

Cuando subió al Vestíbulo, las puertas del gran Comedor yacían abiertas, y se oía un gran tumulto, por la recién llegada del correo. Mystre, recordando fugazmente, cuando se despidió de sus padres, esperó que le hubiesen mantenido la promesa de escribirle semanalmente, pues les echaba enormemente de menos. Cuando entró al comedor, Mystre pudo vislumbrar una motita de color gris, y de pequeño tamaño que volaba en zig-zag, acercándose a él.

-¡Scops!,-dijo extendiendo su brazo izquierdo para que se posase- ¡qué alegría verte!, ¿me traes correo?, no sabía que habías venido al Liceo conmigo.

-Que va, no duerme en el liceo.-Accedió repentinamente Mertxol, que acababa de entrar detrás de Mystre- En realidad sigue en casa de tus padres y te la envían, pero nunca la he visto en la lechucería, supongo que no le agrada demasiado; feliz autillo, ¿no?.

-Sí, le encontramos herido cerca de mi casa y...
-...Le curasteis y os quedasteis con él cuando eras muy pequeño.-terminó Mertxol- Me lo ha contado él.-Dijo mirándole a sus ojos negros.
Mystre ya se estaba acostumbrando a que su nuevo amigo supiese cosas que los demás no, gracias a su capacidad innata con la Legeremancia; siendo capaz incluso de entablar conversaciones mentales con animales. Como Mertxol les había contado la noche pasada, sus padres, ambos, eran videntes de prestigio, pero que la mayoría de veces, no predecían, sino que leían lo que sus clientes querían que les vaticinaran, adentrándose en su mente.

Los dos fueron a la mesa de Cernunnos, siempre brillando de color verde césped, y tomaron algo de tortilla y zumo de nísperos, antes de que la comida se desvaneciese, como solía ocurrir, para poder ser limpiados (según Hirenee), por un montón de hadas amaestradas por los elfos domésticos que había junto a las cocinas, frente a su sala común, la de Ogmios.

Terminado el suculento, pero escaso desayuno, Mystre abrió la carta. Enseguida reconoció la estilizada letra de su padre, que le preguntaba cómo había pasado su primer día, si habían llegado bien, y que tal era el Liceo; aparte, venía con una hojita suelta en el sobre, pero para alarma de Mystre, sellado mágicamente, intentó desdoblarla, incluso le pidió ayuda a Leafia, para ver si ella conseguía finalizar el encantamiento, pero cómo era imposible, se fijó en el remite; iba dirigida al profesor Jahuma.

Intrigado por la notita, no pudo atender la manera correcta de derivar logaritmos aritméticos en su asignatura de Aritmancia, y le restaron cinco puntos; a pesar de ello, esa clase no sólo le parecía aburrida y poco interesante, sino que además era complicadísima. En cambio, a Rowland, sentado en la primera fila y atento al profesor, parecía que le encantasen, y ganó veinte puntos por sus rápidos cálculos.

Más tarde, después del recreo en el Patio, Mystre iba a dar su primera clase de la única asignatura que le llamaba la atención especialmente: Runas Antiguas. Mystre y Hirenee, que habían quedado para ir a ésta clase, llegaron antes que ninguno, gracias a los ya conocidos pasadizos del chico. Cuando llegaron al quinto piso, se toparon con un fantasma de aspecto gélido y transparente, que les ignoró cuando le preguntaron qué aula era. Tras pasar de largo de una estatua de un brujo con cara de pocos amigos, y meterse dos veces en aulas equivocadas, entraron en la de Runas Antiguas, aunque realmente no lo hubieran adivinado, si la profesora no estuviera allí, esperándoles. Una chica asombrosamente joven, con pelo castaño, y facciones marcadas; lucía una túnica de color pardo, escotada y entallada a las caderas, con una capa en los hombros que llegaba hasta el suelo. Su mirada era fulminante y sobrecogedora; pero daba cierta seguridad, con sólo mirar su imponente figura. Un mirada rápida les hizo entender a Mystre y Hirenee que debían sentarse, sin decir palabra, en los sillones de madera y cojines, que había al fondo del aula, más extraña que nunca habían entrado, eso fue lo que les sobrecogió al principio. El suelo, tenía una moqueta que imitaba, el césped del interior de un robledal en otoño, y en una esquina de la clase había una valla de piedra bastante antigua, con una robusta piedra en medio, que no parecía contener ningún símbolo; pero, a pesar de ellos, Mystre se veía intensamente atraída por ella.

Cuando se hubieron sentado y colocado sus carteras, los demás estaban ya entrando; fue cuando la profesora, haciendo acto de su inquisitiva presencia, comenzó a hablar desgarbadamente, pero con gracia, con una voz tenue y dulce, propia de una chica que ronde los veinti-tantos años:

-Buenos días, me llamo Meenmeyow, seré vuestra profesora de Runas Antiguas...bueno...veamos...esto...- Mystre se fijó, por ésta muletilla, que debía ser nueva en el empleo, o algo inexperta, pero el discurso que lanzó a continuación, le calló sus dudas- Las Runas Antiguas son la herencia de nuestro linaje mágico, los magos druidas hispánicos, no seríamos lo que somos, si no fuera gracias a éstos símbolos arcaicos y misteriosos, que dieron gran prosperidad en la antigüedad entre los nuestros. Esta Fortaleza dónde dais clase, está construida sobre la región más céltica de toda España. Es aquí, en estos terrenos, y en estos bosques, entre estos altos picos y antiguas praderas, donde hay la mayor cantidad de esencia mágica en forma de runas. Muchas runas están ocultas a vuestros ojos, pero cada paso que dais por el bosque, os está influyendo en vuestro destino y decisiones. Yo, os ayudaré a comprenderlas, descubrir su mundo, y a manejarlas. Pocos colegios como este Liceo conocen la verdadera magia práctica de las runas, pero yo os la enseñaré y os haré disfrutar de ellas.

Todos los alumnos, estaban sobrecogidos, pensaban que esa clase sería teórica, y que tendrían que estudiar montón de simbología, pero el discurso previo de la profesora les había dado grandes esperanzas en torno a esa asignatura. Cuando el discurso hubo terminado, ellos pensaban que iba a seguir, y no querían que parase. Así que, comenzaron a aplaudir. La profesora Meenmeyow se ruborizó levemente, los mandó guardar silencio, y continuó la clase.

A pesar de que sabía tantísimas cosas sobre las runas, y que había exprimido al máximo su conocimiento durante ésa clase, Mystre se dio cuenta de que no había comentado ni tan sólo una vez, aquella extraña roca gris que tanto le atraía.
Tras una clase llena de llamas, pues la profesora les había enseñado el procedimiento de escribir runas, y habían practicado con la del Fuego, que Mystre ya dominaba hacía tiempo; todos estaban sudando y cansados de tanto ajetreo.

Mystre, aposta, se despidió de Hirenee y tardó algo más de tiempo en recoger sus utensilios de escritura. Cuando todos hubieron salido, éste, abordó a la profesora Meenmeyow.
-Disculpe profesora...

-¡Ah!, sí dime, Mystre.

-Quería preguntarle, qué era esa piedra que hay detrás de la valla, no lo entiendo muy bien, y no la mencionó en clase, pero me gustaría saber en qué consiste.
La cara de la profesora Meenmeyow no ocultaba su sorpresa, que rápidamente, respondió:

-Tú... Mystre, ¿eres capaz de ver ÉSA piedra?

-Sí, claro, ¿por qué?, ¿no debería poder verla?

-Es muy... extraño,-dijo tras pensar especialmente la última palabra- que alguien de tu edad pueda verla, especialmente sabiendo que... Bueno,-ocultó-¿y qué te atrae de ella...?, me refiero, ¿qué sientes cuando la miras?

-Justamente eso iba a preguntarla profesora. Me siento raro, cómo si me viese obligado a tocarla, a abrazarla y pasarme horas delante de ella.
La profesora Meenmeyow, no parecía contrariada por ése comentario, incluso parecía comprender lo que sentía Mystre.

-Sí, es lógico que te sientes así, no eres el primero, ni espero que seas el último, pero he de avisarte que sobre esa valla de piedra, hay unas ciento cuarenta y siete runas, que te impedirían poder acercarte; sólo descifrándolas, podrías cruzar a través.

-Ya entiendo profesora.-era claramente mentira, pero estaba ansioso por irse de allí, entre tanto misterio, e ir a consultar a Leafia y los demás.-Bueno, debo marcharme, es la hora del almuerzo.
La saludó con la mano, y la joven profesora pareció dar un respingo cuando la tocó, pero se fue a paso ligero, cruzó la puerta sin cerrarla, y bajó al Gran Comedor, para continuar sus horas de clase.

No sabía qué pensar y qué no, estaba contrariado. Mystre siempre había vivido bajo la protección de sus padres, y según dejó de ir con ellos, un mundo muy extraño y misterioso se mostraba ante él. En principio le gustaba la idea de estar sin sus padres, de conocer la magia y hacer nuevos amigos; pero desde que entró al colegio él era diferente a los demás alumnos, él lo sabía, y para su sorpresa, también otra gente, como Mertxol, el profesor Jahuma, y, dada la extraña conversación con la profesora Meenmeyow, también ella sabía algo respecto a él.

Se dió cuenta de que ya había llegado con todo su grupo ante las puertas del tercer piso. Allí esperándoles, estaba la altiva figura de la profesora Cornipher. Caminaron junto a ella por el tercer piso, cruzaron un pasillo, bastante sombrío, y llegaron a una clase con marco de piedra. A diferencia de los demás profesores conocidos hasta entonces, Mystre creía que la profesora Cornipher era la que menos hablaba, incluso con sus colegas, apenas intercambiaba un “hola” por los pasillos.
Una vez entraron, una amplia clase llena de extraños objetos se mostró ante ellos. La profesora fue a sentarse a su butaca detrás de la mesa del profesor, mientras los alumnos se iban sentando en silencio en las sillas de madera. Tardó un tiempo hasta que empezó a hablar.

-Buenos días alumnos.-un leve “buenos días” recorrió las voces de la clase. Esta profesora imponía demasiado como para tenerla confianza.- Soy la profesora de Defensa contra las Artes Oscuras. Quiero avisaros que mi asignatura no es ningún tipo de divertimento. Habéis venido a éste Liceo para aprender, y yo, os enseñaré como es debido, a defenderos de las perturbaciones externas a esta fortaleza, tan bien guarecida.

La profesora Cornipher, dió la recta espalda, haciendo ondear sus largas trenzas, a la clase, y comenzó a escribir con pulcra y fluida letra en la pizarra el nombre de la asignatura.

-¿Alguien puede explicarme el término “Artes Oscuras”?- Nicolette alzó la mano.-Sí ¿señorita?

-Es usar la varita mágica para hacer daño a la gente y con fines malvados.

-En esencia, esa respuesta me la daría hasta un Muggle de seis años.-dijo mirándola inquisitivamente.- Las Artes Oscuras es la parte de la magia más variada y compleja, a la vez que peligrosa y misteriosa. Es el factor sorpresa culminante, pues siempre evoluciona y crece, siempre hay algo nuevo incapaz de ser destruido. Es el arma de guerra más potente que se pueda usar, y como erróneamente dijo la señorita Nicolette, no sólo se usa la varita. ¡Recordad donde estáis!,-exclamó la profesora, haciendo que los alumnos, ya atentos a su discurso, pegasen un pequeño brinco en el asiento- éste es el Liceo Mystra, aquí queremos dejaros claro que hay magia fuera de ese insulso palito con el que manejáis magia. Hay más formas de magia mucho más peligrosas que unas tontas palabras pronunciadas por un inútil mago.

La clase estaba en silencio, pero todos habían captado con rotundidad el mensaje de la profesora. Iban a estudiar cosas muy complejas y nunca terminarían después del colegio de estudiarlas, y además les iba a añadir formas de combatir artes oscuras sin varita.
-Vamos a empezar este Trimestre con el estudio de diferentes maleficios, embrujos y maldiciones sencillas, y cómo contrarrestarlas. Los más aptos de clase durante el Trimestre, tendrán la oportunidad de apuntarse al club de Duelo, conmigo como gerente, para participar en el Torneo de Semana Santa, como todos los años. Espero vuestra máxima atención, no permitiré el duelo entre alumnos mediocres en defensa.
Comenzaremos hablando de la maldición ocular, Conjuntivitis...

Cuando la clase había terminado, Mystre se sintió sobrecargado. Había aprendido demasiadas cosas en una sola hora, cosas de las que nunca había oído hablar. Lo extraño es que Mystre se sentía con ganas de duelar. Nunca lo había hecho antes, y no era rápido lanzando maleficios, incluso el más lento de la clase; sin embargo, la profesora Cornipher le otorgó veinte puntos porque, según ella, tenía mente deductiva y actuaba con frialdad y con todo su conocimiento, no sólo con cuatro hechizos aprendidos de memoria. Esto le había dado ánimos a Mystre; ya no se sentía frustrado ante sus compañeros.

-Soy diferente,-pensó Mystre-estoy marcado por algo y creo que es mi árbol el que me hace ser así. Ahora que sé más cualidades sobre mí, más comprendo como soy, y sé actuar en consecuencia.
Se paró en medio del pasillo a pensar lo que acababa de pasar por su cabeza, y se sorprendió ante su propia madurez. Tenía razón, cada alumno era diferente y no tenía que compararse con los demás.

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Mensaje  Leafia Vie Sep 07, 2012 10:42 am

Capítulo 7: Nuevas habilidades.

Ya era de noche y los cuatro amigos: Leafia, Hirenee, Mertxol y Mystre, estaban paseando por los jardines de colegio antes de que diesen el toque de queda. Mystre transmitió sus extrañas dudas a los demás; en cuanto lanzó la pregunta, todos se sumieron en silencio. Era una situación extraña, pero todos se sentían igual, diferentes respecto unos de otros, pero felices con esas diferencias tan bruscas.

-¿Cómo puede ser que seamos tan diferentes, y nos llevemos tan bien?-preguntó al alza Hirenee.

-No sé,-respondió Leafia- pero siento que si tuviese que elegir a alguien para irme al fin del mundo sería con vosotros...

-Es difícil pensar por uno mismo cuando recibes tantos pensamientos de la gente que no oculta sus mentes, pero quizás sea esta mi forma de decir que me abro a las opiniones de los demás, sé como os sentís y yo me siento igual, por eso me llevo tan bien con vosotros.-comentó con suma sinceridad y de corrida Mertxol.

-Es verdad, nunca me había dado cuenta de lo difícil que debe ser tener esa especie de cualidad, ¿tanta empatía no es molesta?, a mí me gusta saber lo que sienten los demás, ¿pero no agobia?-dijo Hirenee.

-Sí que lo es.-respondió Mystre sin querer.

-¿Y tú cómo...?-empezó Leafia.
-Porque él también piensa que tiene algo extraño detrás de él,-iba redactando Mertxol mientras miraba la sien de Mystre-, pero...-y paró en seco- ¡qué raro!

-¿Qué ocurre con vosotros dos?, no me entero de nada.-dijo con franqueza Hirenee.

-Pasa que me estaba leyendo cosas que yo no quiero que se entere...-y dicho esto, Mystre se levantó y fue hacia el valle, caminando ladera abajo.

Los tres se miraron, y fueron corriendo a por él. Lo alcanzaron cuando estaban cerca ya de la extensa superficie cristalina del agua, ésta estaba refulgente de luz, debido a la Luna llena que brillaba por encima de sus sombras, alargadas. Leafia se acercó primero, y con delicadeza, le rozó la mejilla. Mystre la miró, con ojos húmedos. Hirenee entonces dio un paso adelante.

-Mystre, tienes que contarnos lo que sea que te haya pasado, ¡nosotros intentaremos ayudarte!

-Pe...pero, ¡me cuesta decirlo!- Y enfurruñado se sentó en una piedra de cara al Lago.
Mertxol se puso frente a él, tapándole la vista al fondo del valle, y le dijo:

-Yo te conté lo que me pasaba, te conté que soy legeremante porque creí que eras de confianza. Pues ahora míranos, más gente de confianza que nosotros no vas a encontrar, a menos que te interese hablar con la Luna.-comentó sarcásticamente, pues Mystre tenía la mirada perdida hacia otro lado.

-Es que... está bien. Venid conmigo.
Mystre se levantó raudamente, y comenzó a correr hacia las puertas de roble que llevaban al vestíbulo, antes de que el conserje cerrase. Cuando estaban ya pasando por la puerta sobre la Escalinata de mármol, pudieron oír abajo, sarcásticamente:

-¡Oh!, gracias señor, ¡por dejarnos quedarnos diez minutos más y no quitaros puntos por quedarnos fuera!
Mystre se dispuso a tomar camino hacia la quinta planta, usando el atajo de la escalera del ala Norte. Una vez estaban en lo alto, a nivel del séptimo piso, Leafia los paró en seco.

-¿Os habéis dado cuenta de qué hora es? ¡Han pasado treinta minutos desde que dieron el toque de queda!, como nos pillen estamos muertos.

-Vamos Leafia, ¡que esto es una emergencia de Mystre!-refunfuñó Hirenee.

Entraron a la clase de Runas Antiguas. El aula estaba tal como lo habían dejado en la última clase. Mystre se apresuró a ir hacia la valla de piedra, donde estaba ésa extraña piedra que tanto lo atraía, y que sólo él podía ver. En cambio los demás, entraron despacio, y se quedaron junto a él, esperando a que dijese algo.

-¿Lo veis?, ¡decidme que lo veis!-dijo señalando la superficie pulida de la extraña piedra.

-Mystre, yo no...-dijeron a compás las chicas.

-Yo...sí, lo veo, a través de tu mente.-dijo Mertxol con prudencia.

-Necesito enseñárosla, ¡la piedra!
Hubo una incómoda pausa. Entonces Hirenee sacó su varita mágica, y apuntó a Mertxol, quien desprevenido sufrió su hechizo:

-¡Legeremens!

-¡Ah!, ya veo Hirenee, ¡qué lista! Leafia, conéctate tu también con mi mente, así podremos verla todos.
Leafia repitió el hechizo sobre Mertxol, y sus pensamientos fluyeron sobre la mente de Mystre, quien estaba visualizando la piedra, y tenía concentrados todos sus sentimientos hacia ella.

-¿Así que es eso?, que rara me he sentido.-Comentó dulcemente Hirenee.
La cara de Leafia se iluminó, y sacó la varita. Probó a lanzar un hechizo contra el monolito, pero una barrera invisible de color plateado había retenido el hechizo, que rebotó y...¡Fiú!

De repente un fantasma se hacía visible detrás de ellos.

Todos se volvieron y gritaron fuerte, hasta Mertxol se tropezó. El fantasma del viejo hombre con capucha y larga barba se apresuró hacia la puerta, y escupió encima una extraña sustancia viscosa y verde, que emitía un resplandor fantasmagórico.

-Como gritéis más vais a despertar a toda la fortaleza. Niña,-dijo refiriéndose a Leafia- muy buen hechizo, hasta me hizo visible a mí, pero no servirá con esa piedra, ya que tiene...

-Ciento cuarenta y siete runas activadas encima,-terminó Mystre con parsimonia-ya me lo dijo la profesora Meenmeyow.

-Chico inteligente-y se quedó callado un segundo mirándolo.-Carpe, ¿no?
La pregunta le había pillado por sorpresa a Mystre, quien contestó con un débil “sí”.

-Se nota a la legua, sobretodo viniendo de ti, Mystre.

-¡Ey!, ¿cómo sabes como se llama Mystre?, ¿Y qué hacías detrás nuestra?-preguntó Hirenee amenazadoramente con la varita apuntando al incorpóreo cuerpo del fantasma.

-Ruego tranquilidad, o no podré deciros que debéis ir a ver el Triskel Arbóreo para obtener la respuesta a la pregunta de Myst...-y se llevó las manos a la boca.-¡Siempre igual!, soy incapaz de mantener la boca cerrad...
Cuando el fantasma del viejo druida iba a terminar, sólo pudo distinguir el talón de Leafia, saliendo de la puerta entreabierta.

-Hábil bruja...capaz de actuar tan deprisa, una Fawntellow sin duda, una manzano como ninguna- Y se agachó frente a la puerta para soplar las burbujas que quedaban de realizar el hechizo limpiador de ectoplasma, realizado por la pecosa chica.

Tuvieron que parar varias veces y usar la runa Teiwaz para saber si algún prefecto o el conserje acechaban por los pasillos; al mismo tiempo que debían ir por zonas poco amplias, para que no les viesen. Cuando llegaron frente a las puertas del Gran comedor, unos pasos subían del pasillo de las bodegas. Era un elfo doméstico, que como dedujeron, subía de las cocinas. Pero era ya imposible esconderse de él. Se quedaron plantados enfrente; y pasó todo extremadamente rápido. Mertxol acababa de conocer las pretensiones del elfo doméstico y girándose se lo dijo a Leafia, quién sacó la varita, pero antes de que a ésta le diese tiempo a lanzar su conjuro, una tabla de madera iba velozmente en dirección al elfo. Leafia ya conocía demasiado a Mystre para no saber lo que pretendía. Trabó su propia lengua y:

-¡Epoximise!-Murmuró apuntando al pedazo de madera, que girando, y llegar en contacto con la cabeza del elfo, quedó pegado completamente. El elfo doméstico los miró con miedo y, sin previo aviso, la tabla se puso a brillar y el elfo doméstico despareció con un hilo de luz.

Hirenee miró a los tres, y, percatándose que tanto tumulto había traído atracción, salieron corriendo hacia el armario de las escobas, en la esquina del Vestíbulo. Una vez dentro, Hirenee murmuró: ¡Lumos!, y su varita quedó prendida, iluminando el interior.

-¿Qué fue es...?-empezó a preguntar Hirenee a Mystra, pero quedó callada por la mano de Mertxol. Unos pasos de alguien con tacones se oían alejarse hacia las Mazmorras.

-¿Qué fue eso Mystre?

-No... No lo sé...

-Sí lo sabes Mystre.-reclamó inquisitivamente Mertxol.

-Es la runa Thurisaz.-Las palabras habían salido de la boca de Mystre, sin que éste se percatara de lo ocurrido.-Te...,-continuó-te permite desplazar cosas a lugares lejanos.
Todos se quedaron mirando a Mystre, que estaba apoyado contra un gran saco lleno de escobas en la esquina, bajo los haces de luz de la varita de Hirenee.

-No sé vosotros, pero yo tengo que saber por qué Mystre sabe cosas sin saberlas, o...es eso lo que parece, ¿no?-comentó impaciente Leafia.

-Pues vamos...
Salieron del escobero, y pasaron frente al gran comedor. Cuando Mertxol iba a abrir las puertas, Hirenee alzó el brazo, y dijo:

-Espera, estas puertas chirrían, pesan mucho, y las bisagras son antiguas.

-¡Unguen!-dijo Leafia, mientras una grasilla iba apareciendo sobre las bisagras.

-Así mejor.-Y Mertxol abrió. Las puertas se deslizaron con suavidad al ser empujadas.
El Comedor por la noche era bastante tenebroso, así que se apresuraron a cruzarlo corriendo sobre las puntillas, para pasar a la antecámara de detrás de la mesa de los profesores.
Una única vela iluminaba la estancia. Al cerrar la puerta, el viejo pintado en acuarela del cuadro se despertó.

-¿Qué hacéis aquí a estas horas?, deberíais estar durmiendo, pero, ¡ah!..., sois vosotros cuatro. Ya me acuerdo de vuestra prueba de selección. Fue la más entretenida que nunca había visto; ¿olía mal el ogro?,-preguntó a Mertxol. Éste le devolvió una tímida respuesta.-Ja, ja, ja, lo suponía. Bueno, ¿qué os trae por aquí?

-Necesitamos ir a consultar el Triskel arbóreo del claro sagrado-empezó Hirenee, y en el momento que el viejo abría la boca, ésta continuó con más fluidez- y sé que no deberíamos ir a estas horas, y que nos estamos portando mal, pero usted es un gran mago y podría dejarnos... ¡además!, ¿usted se ha fijado en el remache de su marco?, esta descosido. Le pediré al padre de Leafia Fawntellow que le compre uno nuevo, porque sé que es usted una grandísima persona y que necesita todo...

-¡Vale, vale, vale!, me habéis convencido; pero si os ocurre algo, cosa vuestra.-Y dicho esto, se apartó dejando ver el arco de piedra. Al pasar, la pared se volvió lisa.

El paisaje, que les tendría que parecer ya conocido, les pareció haberlo visto por primera vez. De noche el bosque era oscuro, sombrío, lejos del “paseíllo” que tuvieron que darse cuando hicieron la selección; como comentó Mystre.
Siguieron andando, fijándose como la primera vez en el musgo y líquenes de las piedras y los tocones, pero todo parecía distinto.

Cuando llegaron tres veces al mismo lugar, enfrente del árbol grande donde una vez se pararon a pensar qué camino seguir, oyeron algo. Era un gruñido extraño. Mertxol se puso en pie, y empezó a tantear en la oscuridad, algo invisible, hasta que pareció captar algo sólido y pesado. Todos rodearon al asustado Tebo, que debía estar extraviado, y Leafia aplicó un poco de la solución plateada que usaron en la clase de cuidado de criaturas mágicas, para volverlo visible. El Tebo, asustado, se encogió en el suelo, acurrucado; los pelos del lomo temblaban como escarpias. Entonces, Mertxol puso la mano sobre su lomo, y empezó a acariciarlo.

Le miraron. Sabían que le estaba trasmitiendo algún sentimiento para tranquilizarle, y así debió ser, pues al momento, el Tebo ya estaba de nuevo en pie, olfateando el suelo, y mordiendo el bordadillo de la túnica marrón de Hirenee.
Mientras todos reían, viendo como Hirenee forcejeaba contra el enorme jabalí, a Mystre le vino otra imagen a la cabeza.

Se metió el dedo en la boca, lo mojó de su propia saliba y agarrándole la cabeza al puerco, le pintó una Runa en el hocico.
Repentinamente, Mystre sintió como si los gruñidos que el animal hacía, cobrasen sentido, decía algo cómo:

-¡Quiero comer algo!, tengo hambre, no comida en corral.
Mystre probó a hablar para contarles lo sucedido a los otros tres, pero de su boca solo salían los mismos gruñidos, aunque coherentes para él. Leafia, Hirenee y Mertxol se rieron, tomándolo como una repentina broma, una actuación del chico. Tras intentarlo cinco veces más, empezaron a poner caras extrañas; así que Mystre se volvió al Tebo, y le dijo:

-Llévanos a círculo.

-¿Círculo piedras grandes?-preguntó el animal.

-Sí, altas y grandes, en círculo.

Los amigos le miraban extraño, pero en cuanto el Tebo comenzó a correr, tirando aún del dobladillo de la túnica de Hirenee, junto a Mystre detrás, con la varita encendida, los siguieron con mucha prisa.
El Tebo paró en seco. Se hallaban en medio del círculo rúnico en el que se trasportaron a la vuelta de la prueba selectiva.
En cuanto Leafia les alcanzaba, con una mano en el pecho, fue hacia el Tebo, le metió la mano en la boca sin ningún pudor, la sacó llena de saliba, y le dibujó la misma runa en los labios a Mystre, pero boca abajo, como una “R” tumbada.

-Ya… ¿ya? ¡Uf!, ¡menos mal, pensé que me quedaba hablando tebo para toda la vida!

-De nada ¿eh?,-dijo sacándole la lengua a Mystre y secándose la mano llena de babas en la cara de éste.-Bueno, ahora tenemos que usar el traslador... hasta allí. ¿No?

-¿Recordáis cuando el profesor Jahuma se convirtió en un lindo hurón...-recordó Hirenee poniendo ojitos-y saltó encima de la roca?, fue entonces cuando nos vimos trasladados.

-Pues vamos, reuniros en la roca. Mystre ayúdame a subirme encima, que está muy alta.-Mystre colocó las manos a la altura de sus rodillas, y Mertxol pudo subir, apoyándose en ellas.-Ya estoy, ¡agarraros a la piedra que nos vamos!
Entonces sacó la varita y golpeó con ella en el pico. Repentinamente, todo empezó a girar, un remolino de colores sonido y destellos los tragaba. Hirenee, Leafia y Mystre se soltaron de la roca, y Mertxol cayó encima de los tres.

-Perdo… ¡ay! ...nad.

Estaban de nuevo en el Claro Sagrado, iluminado por antorchas. Se concentraron alrededor del Triskel arbóreo, y miraron a Mystre.

-Y... ¿por qué me miráis?

-Venga, ¡tócala!-insistieron.

Mystre fue a tocar el bonito dibujo del Carpe, y el camino se iluminó. Le siguieron al lado del sinuoso tronco. Mystre estaba confuso, no sabía qué debía hacer ahora. Miró alrededor, y tocó con suavidad una de las colgantes flores. Una súbita cantidad de imágenes surgió en su mente, lo dejó en trance.

Se veía un círculo de personas, con las capuchas puestas, rodeando a una piedra rúnica muy extraña, bajita y que emitía una tenue luz. A su vera, había un recién nacido, con poco cabello castaño, que se revolvía entre las mantas. Entonces los magos alzaban las varitas, y dibujaban con grandes letras de color dorado en el aire, una serie de complicadas runas. Después de un fogonazo de luz, los trazos luminosos de las runas se unieron, entrelazándose y formándose un hermoso Triskel, uno que nunca había visto Mystre. El niño empezó a llorar, la iluminación cesó, y una mujer fue a recoger al bebé. Luego, se juntó con un hombre, de la mano de una niña de apenas trece años, también con la túnica puesta.
La visión cesó.
Mystre cayó rendido en la tibia hierba, junto a las raíces del Carpe.

Leafia

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Mensaje  Leafia Sáb Sep 08, 2012 4:54 am

Capítulo 8: Extraños Recuerdos.

Pequeñas hebras de luz surgían de lo alto del claro, entre los sendos árboles que lo coronaban, y recaían sobre las sutiles sombras de sus macizos troncos. Mystre tenía los ojos entrecerrados y la cara iluminada; yacía en el suelo, con la túnica sobre él, guareciéndole del frío temprano. Se incorporó poco a poco y miró a su alrededor. El claro sagrado estaba muy tenuemente iluminado, a lo que anoche estaba oscuro y sombrío; apoyándose en las raíces que sobresalían del ilustre Carpe, se quitó la manta y se puso en pie. Cerca suya, estaban Leafia, Hirenee y Mertxol, todos tumbados en la hierba, entre unas cuantas rocas, cerca del siempre en flor Manzano de Leafia. Respiró profundamente, y fue a su lado.

Meciendo con cautela a Hirenee, logró que despertase. A continuación, también los demás lo hicieron.
Lo miraron, esperando que dijese algo. Lo único que supo, fue murmurar algo incomprensible. Les devolvió la mirada.

-Estás... ¿estás bien Mystre?-se atrevió Leafia.

-Creo que sí.-respondió éste, con poca convicción.

La noche pasada había estado en trance. No supo cuánto había durado aquella sucesión de imágenes e ideas, pero el mero hecho de intentar recordar lo visto, le hacía tener náuseas.
Hirenee le puso la mano en la frente.

-Ya no tienes fiebre.

-¿Tuve?

-Sólo un poco, después de que... de que te desmayaras.

-No sé como abordar el tema, pero, ¿qué vistes?-preguntó Mertxol.

-Anoche lo pasamos muy mal. Cuando te quedaste en trance, no sabíamos que hacer contigo...Leafia probó a aturdirte,-comentó mirándola con recelo-pero no sirvió; hasta que te desplomaste dormido. Al final decidimos quedarnos a dormir aquí.-dijo Hirenee, señalando el lecho.

-Ayer... cuando toqué el árbol, tuve una visión.-Mystre se sentía muy extraño, no sabía qué palabra utilizar para lo que le ocurrió anoche.-Vi... Vi a mucha gente, alrededor de un bebé. Hacían runas, y estaba temblando, era como un ritual de nacimiento; no lo entendía cuando lo vi, pero creo que ése bebé, era yo, porque pude distinguir fugazmente a mi madre y padre.
Cogiendo aire, Mystre miró a lo alto del claro, dónde habían dos pequeños pájaros cantando. Los chicos estaban en silencio, analizando la situación.

-No podemos quedarnos a pensar eso aquí. Volvamos al colegio cuanto antes, o se nos caerá el pelo.-dijo Leafia, cortando el silencio.

-Sí, vamos.-contestaron al unísono.
Una vez más, rodearon la piedra. Mystre ya estaba colocando las manos para que Mertxol pudiese subir, cuando una pequeña figura los asustó.

Encima de la roca, había un hurón, con una cara muy escéptica. Los miraba a todos y, de un salto, bajó a sus pies.
Allí donde debía haber un hurón, se hallaba ahora el profesor Jahuma.
Mertxol bajó el pie de las manos de Mystre, y todos se volvieron. Hirenee estaba sonrojada, miraba al suelo, como si no quisiese ser parte de la situación.

-¿Se puede saber dónde habéis estado toda la noche?-Replicó con un tono muy severo el profesor Jahuma, agitándose la blanca túnica.

-Nosotros...vinimos aquí, porque...

-No Hirenee, no intentes embaucarme como hicisteis con el Sr. Maggof, del cuadro de la antesala. Repito: ¿qué hacíais aquí anoche, cuando deberíais estar en vuestras salas comunes?

-Intentábamos descubrir una cosa sobre... ¡sobre Mystre!-respondió Leafia.
El profesor miró con interés a Mystre, quien evitaba su mirada.

-¿Sabéis qué hora es?, deberíais estar de camino a clase de Pociones... cuando pasé lista y no estabais, fui a vuestras salas comunes, y no estabais. Tuve que venir hasta aquí para encontraros.

-Lo siento profesor, fue culpa mía, le prometo que no volverá a pasar; es que tenía unas dudas muy importantes, y vinimos aquí a resolverlas.

-¿Y quién os recomendó venir aquí a responderlas?-preguntó suspicazmente el profesor Jahuma.

-Un fantasma del aula de Runas Antiguas.-respondió Mertxol.

-Ya me explicaréis esto más tarde en mi despacho. Vamos ahora mismo a clase.
Se volvieron a agrupar en torno al monolito, mientras el profesor Jahuma, en forma de hurón, accionaba el traslador.

Aparecieron frente a la lisa pared de piedra.
Una vez dentro siguieron a paso raudo al profesor hasta el vestíbulo, luego bajaron las escaleras, hacia las Mazmorras, y en vez de atravesar la pared de la sala común de Cernunnos, siguieron de frente. Jahuma abrió la puerta.
Un extraño olor los envolvió. Abrieron más los ojos, y todos los alumnos, sentados frente a sus calderos, los miraban al entrar.
Mystre, Leafia, Hirenee y Mertxol bajaron la escalerilla y se sentaron en primera fila, ocupando sus respectivos calderos.
Todos miraban ahora al profesor Jahuma, sentado frente a un caldero con apariencia de usado, donde una poción crepitaba, sobre un fuego de un azul intenso.

-Bueno, siento el retraso, gracias por ser puntuales. Ésta es la clase de Pociones, y yo seré vuestro instructor. Aquí os enseñaré el arte de elaborar fluidos, soluciones, filtros, antídotos y demás brebajes mágicos, conocidos generalmente como pociones. Pero además, cosa que en otros colegios no ocurre,-aclaró el profesor-os enseñaré cómo los múltiples ingredientes y esencias mágicas se funden, dando a lugar a todo tipo de mejunjes potencialmente mágicos. Es una asignatura que hay que coger por los cuernos nada más empezar, pues es muy bonita, pero complicada, y hay que entenderla.
Hoy, empezaremos con lo simple, crearéis vuestra primera poción, la crece-pelo.
Esta simple poción sólo tiene un ingrediente, colas de rata.

Todos lo miraban expectantes, hace nada estaba contando con sumo detalle cómo eran las pociones, y ya habían empezado con la primera. Mystre se dió cuenta de que el profesor Jahuma debía ser un experto en la materia, pues hablaba con mucha fluidez, tanta, que incluso le era difícil seguir su ritmo.
Muchas chicas pusieron caras de asco, ante la mención de las colas de rata. El profesor Jahuma puso cara seria.

-Las que habéis puesto muecas de asco, salid del aula porfavor. No pienso tener en clase a gente quejica, que le den asco ingredientes de cualquier tipo. Hemos venido aquí a aprender, no a pintarnos las uñas.

Las alumnas se miraron, tensaron los labios, y empezaron a copiar.

-Como iba diciendo, sólo tiene un ingrediente. Vamos a cortarlas en pequeños pedazos y a hacer un gel con ellas. El color final debe ser marrón oscuro. ¿Alguien podría decirme porqué ha de ser en forma de gel?
Leafia levantó la mano velozmente, tanto, que casi derrama el interior del caldero de Mertxol.

-¿Señorita Fawntellow?

-Sí señor. Esta poción ha de untarse en el cuero cabelludo, de ahí que se ponga en forma de gel, para que sea más fácil y se retenga en la cabeza al lavarse.

-Perfecto Leafia, añadamos diez puntos a Brighid. Vamos a empezar a prepararla. Usad esos calderos pequeños de la estantería. Tenéis en los apotecarios frascos cerrados con las colas de rata, ¡He dicho que nada de caras de asco!,-repitió a las alumnas del fondo. Podéis empezar.

Mystre no sabía por dónde coger aquello. Ya había usado su daga para cortar en taquitos las largas colas de rata, como habían hecho todos, pero no sabía cómo encender el fuego, ni cómo llenar el caldero de agua.
De nuevo, una brisa recorrió su mente. Puso el caldero boca abajo, y sobre su culo, dibujó una amplia Runa, Kano, que brilló con intensidad, provocando un fuego refulgente. Rápidamente le dió la vuelta, y sobre el interior del mismo, agitó la varita.

-¡Flagrate!-exclamó trazando la runa de Laguz, haciendo que un enorme chorro de agua, llenase el caldero.
Miró a su lado, con emoción, y vio como su fuego, no era igual que el de Hirenee, quien tras usar “Lacarnum inflamarae”, había invocado el mismo fuego azul que el profesor Jahuma.
A Mystre no le importaba. Metió los taquitos en el agua y comenzó a remover.

Sonó el timbre. Todos miraron al profesor, que se estaba paseando para ver las primeras muestras de los novatos alumnos.
Tras dedicar una amplia sonrisa al consistente y marrón gel de Hirenee, que aún borboteaba en el caldero, pasó por delante de Mystre. Se quedó mirando su gelatinoso gel, marrón clarito, y pasó diciendo: “No está mal”.

No sentía que hubiese sido su mejor clase. Recogió sus utensilios y salió hacia las escaleras, esperando a los otros tres.
Subieron juntos, y fueron al despacho de Jahuma, que estaba abierto. Dejaron sus mochilas y carteras en el suelo, y se sentaron a esperar a que volviese.

El profesor entró al rato, abriendo de par en par la lustrosa puerta de madera, seguido de...
-¡Hola chicos!, ¿qué tal la aventura de ayer?, ¿pudiste verlo?-dijo la fantasmagórica presencia que les visitó ayer, en el aula de Runas Antiguas, refiriéndose a Mystre.

-Sí...y no, ¡me quedaron muchas dudas!-respondió acaloradamente.

-¡Cierto! ¿Por qué nos mandaste ahí?, ¡podrías habérnoslo dicho desde el principio!-añadió Hirenee.

-Perdona señorita Ayline, que si mal no recuerdo, fuisteis vosotros quienes salieron corriendo del aula sin dejarme terminar.

-¡Basta!-exclamó el profesor Jahuma- ¿Me podéis explicar que pasó anoche?

-¡No quiero recordarlo!...

-Mystre tenía dudas...-empezó Mertxol- no sabe porque él es capaz de dibujar Runas sin conocerlas, y quería averiguarlo, sólo eso.

-Y no se os ocurrió otra cosa que iros al claro sagrado a las once y media de la noche, ¿cierto?
Leafia iba a reprochar, pero miró a Mertxol, que mostraba una extraña cara, radiante, y comprendió...

-Pues habéis hecho muy bien chicos. Mertxol-interrumpió mirándole- deja de leerme la mente, que es muy pesado poner barreras oclumánticas todo el día.-Todos miraron con extraño alivio al profesor.-Habéis hecho muy bien yendo al Claro Sagrado. Se nota que sabéis lo que queréis, y no hay mejor sitio donde aliviar dudas que al claro Sagrado, pero podríais haber esperado hasta el recreo de hoy, ¿no?

-Lo sentimos.-dijeron juntos, como si lo hubiesen planeado.

-No os disculpéis, tampoco pasa nada; esta vez no os bajaré puntos. Bueno, si no os importa, tengo cosas de qué hablar con vuestro compañero. Salid porfavor.
Mystre los miró con miedo, y ellos le devolvieron una sonrisa sosegada, mientras salían, seguidos del fantasma.

-Profesor, siento haberlos llevado conmigo.

-No importa Mystre, sólo quiero explicarte lo que vistes.

-¿Y cómo sabes lo que vi?

-Porque yo participé en ése ritual. Te explico. Llevábamos muchos años esperando que naciese una persona de tus características, es decir... alguien que nacido en tus fechas, pudiese contener los conocimientos de las Runas para ocultarlos de malas influencias. Sé que no lo estás comprendiendo,-dijo ante la pálida cara de Mystre- hacía tiempo que el conocimiento rúnico estaba siendo utilizado para llevar a cabo planes maliciosos en otros países, por otras culturas de magos, que sólo querían gobernar sobre los demás países. La única forma de asegurarse de que las Runas dejasen de estar en malas manos, era usar un sello rúnico trasplantando nuestro saber en una nueva generación de magos, la tuya. Para empezar con ello, decidimos buscar a un niño, que hubiese nacido bajo la influencia del Carpe, que denotado por la inteligencia deductiva, sería capaz de controlarlas fácilmente, aún su inexperiencia con ellas.

Mystre atendía a cada una de las palabras del mago, y estaba atónito, a la vez que contrariado.

-¿Y ocultando las runas en mí, qué conseguíais?-preguntó con voz quebrada.

-Es una manera de que no caigan en las malas manos. Nadie debe saber utilizarlas excepto gente de total confianza para nosotros. Sería muy grave que tu conocimiento innato, fuese corrompido por esos que quieren poseerlas.
Siento haber tenido que decirte yo esto. Los druidas españoles, decidimos pasarte nuestros conocimientos rúnicos, para que los guardases, mediante un Encantamiento Fidedigno. Sólo tú, serás capaz de enseñar a la gente las runas, cuando las domines.

-No entiendo porqué entonces la profesora de Runas Antiguas, sabe tanto de la asignatura.

-Eso es porque, la profesora de Runas Antiguas estuvo presente en el ritual, pero no tenía suficiente edad para hacer el “Fidelio”, así que, aparte de ti, ella sabe Runas Antiguas.
Mystre recordó otra imagen, de forma fugaz... de la mano de su padre, oculto bajo su túnica, había una chica de corta edad, la única del grupo. Debe ser ella-pensó.

-La profesora Meenmeyow... ¿es mi hermana?

La pregunta pilló desprevenido al profesor Jahuma, quien se limitó a inclinar la cabeza.

-Sí, así es.

-¿Por qué no me lo dijo?

-Pregúntala a ella. Supongo que porque no quería darte más sustos ni responsabilidades.

-Entiendo. Muchas gracias profesor.
El profesor sacó del cajón del escritorio un pergamino, que firmó rápidamente, y entregándoselo, dijo:

-Sáltate Herbología, y vete a desayunar algo a la sala común, haré que un Elfo doméstico te baje algo de comida.

-Gracias de nuevo profesor Jahuma.
El chico cogió la nota recién escrita, y fue a salir, cuando le vino a la mente, sosteniendo el pergamino en la mano.

-Espere profesor; mi padre me mandó por mi autillo una carta para usted.-Mystre rebuscó en su cartera, y la sacó.-aquí tiene.
El profesor la cogió, realizo un pequeño movimiento sobre el sobre, y pudo leerla. Seguidamente, miró hacia el techo, con cara de exasperación, y dijo:

-Gracias Mystre, puedes irte.

-Sí profesor.

Leafia

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Mensaje  Leafia Sáb Sep 08, 2012 4:51 pm

Capítulo 9: Buscando respuestas.

A pesar de que a Mystre le hacía una tremenda ilusión asistir a su clase de Herbología, allá en los Invernaderos en el lateral de la fortaleza; le rugían las tripas. Caminó a lo largo del oscuro y húmedo pasillo de Pociones hasta llegar frente a la pared, lisa y mohosa, de su sala común. Soltando un suspiro, entró.

Bajó las primeras escalerillas, hacia el salón, con la intención de ocupar una cómoda butaca de madera, que aunque siempre estaba ocupada, ésta vez no la ocupaba ningún alumno. Entonces, cuando se disponía a correr los visillos hechos con hiedra, para entrar al salón común, una figura salió por el arco disparado hacia Mystre. Enseguida notó como dos pequeñas manos se cerraban en torno al cuello de Mystre, quien con varita en mano, pronunció entrecortadamente:
-Re...¡Relaskio!

Una luz brilló y el elfo doméstico salió disparado hacia dentro. Mystre se agarró el cuello y respiró hondo, y con la varita en ristre, pasó dentro del salón. El elfo que ya se había recuperado, estaba esperando detrás de la pared para volver a agarrarlo, pero sus dedos no conseguían rozar a Mystre, debido al embrujo. Mystre se fijó en la bandeja del suelo, con los huevos esparcidos, las tostadas con mermelada en la mullida alfombra de hojarasca y la leche manchando la mesa más cercana. Cuando el elfo hubo desistido, lo miró fijamente. Tenía los ojos enormemente redondos, de un gris muy centelleante, estaban húmedos; de su chata nariz y de su largas y puntiagudas orejas, salían unos largos pelos de color morado imperial. Iba vestido con una toga de mago infantil. Lo miraba con furia, y se dio cuenta, en un momento, de que era el mismo elfo al que mandó a la otra punta del castillo la pasada noche, usando su innato conocimiento rúnico.

-Yo...siento lo que le hice ayer Sr. Elfo...-se atrevió a decir Mystre.

-Sentirlo dice, ¡sentirlo!, el señor me mandó a una sala muy extraña, ¡sí señor!, era muy, muy blanca, y cuando conseguí salir de ella, ¡la sala ya no estaba ahí! Me encontraba en el corredor del séptimo piso, y cuando llegué de nuevo al Vestíbulo... ¡ya no estabais!

-Lo siento de veras Sr. Elfo, yo no pretendía mandarle allí, fue...-pensó Mystre que “sin querer sonaría infantil”-Lo siento de veras, acepte mis disculpas.-Y Mystre se inclinó hacia el bajito elfo.

Apenas se había agachado, el elfo ya estaba contra la pared:
-¡No haga eso, no haga eso!, aquí nos dan libertades, sí señor, pero no es bueno que me hagan reverencias.

-Sin embargo antes bien que me intentabas ahogar.-respondió con malicia Mystre.

-Yo también lo lamento,-y pronunció una larga reverencia- No me llame Sr. Elfo, me conocen como Jugdy.

-Vaya, encantando entonces, mi nombre es Mystre Scops. Y perdona pero, ¿eso era mi desayuno?-preguntó levemente Mystre, con cara de hambre.

-¡Perdone señorito Scops!,-chascó los dedos en el aire, en dirección a lo sucio, y enseguida se recompuso y quedó como nuevo. Fue a recoger la bandeja y se la dió a Mystre, poniéndose de puntillas.

-Gracias de verdad, me muero de hambre.
Llevó la bandeja a una mesa y se dispuso a desayunar, pero Judgy el elfo, sin embargo, se sentó al lado de la butaca. No parecía que quisiese marcharse. Lo miraba a cada rato, pero éste no levantaba la mirada de la chimenea apagada. Mystre se agachó y dándole la bandeja dijo:
-Estaba muy sabroso, gracias por todo, puedes irte si quieres.

Judgy se levantó de golpe, se colocó la bandeja sobre el huesudo antebrazo y salió corriendo hacia la pared. Pero se plantó en seco, y ampliando una enorme sonrisa, mostrando todos sus desgastados dientecillos, mencionó:
-Sé que buscas respuestas, pero no tienes porqué seguirme si no quieres.-Y atravesó la lisa pared, con el ciervo estampado en ella.

El muchacho miró la chimenea y dando un respingo, salió corriendo a través de la pared, para seguir al escurridizo elfo doméstico. Sólo conseguía avistar los talones de éste cada vez que doblaba una esquina. Atravesó la Escalinata de mármol y bajó a las Bodegas. Mystre empezó a reducir su velocidad para ver todo aquello. La estancia era oscura, y había un ambiente muy húmedo. Miles de barriles de roble, encina y sauce recorrían las altas paredes. Sus pasos resonaban por la estancia, mientras olía a corcho mojado en vino, o licor, por todos lados. Oyó una puerta cerrarse de golpe, pero cuando se giró hacia la izquierda para mirar, la pared sin barriles sólo mostraba un enarbolado cuadro con frutas, un bodegón en sí. Mystre se acercó al lienzo y juntó la oreja. Se oía un traqueteo dentro, un tanto inusual.

Sin darse cuenta, apenas por la reacción, el cuadro se movió hacia arriba, mostrando un pequeño arco de piedra en la pared. Dentro, como si se tratase de una ventana, se veían montones de pequeños elfos y elfinas domésticos correteando entre las alargadas mesas de metal, coronadas con unos inmensos fogones, que llegaban hasta el techo. Saliendo de su ensimismamiento, se adentró por el agujero, y tropezó con una elfina muy arreglada, con delantal.
-¿Busca algo señorito?-trazando una reverencia.

-Si, si no es molestia, busco al Elfo Judgy. Tiene ojos grises y es baji...

-Tranquilo, le conozco muy bien, sígame.-La elfina le agarró del borde de su verde túnica, y recorrieron todas las mesas hasta llegar a una despensa cerrada. Allí escondido, estaba Judgy.

-¡Vaya!, me encontraste; pensé que este juego duraría más...En fin, buscas respuestas ¿no? Los elfos domésticos sabemos todos los secretos del Liceo Mystra y podremos indicarle dónde ir para averiguar lo que desea señorito Scops.

Mystre dubitativo, dirigió su mirada a los centelleantes ojos del elfo. Le mostraban confianza, en tanto que efusividad.
-Bien, me gustaría saber dónde puedo encontrar libros genealógicos de la historia del Liceo.

-Ay qué pena...Justamente eso… no sabría como explicártelo, pero hay mucha censura respecto a estos temas... y ya sabes, el PEDDO anda escaso de fondos...

-Menuda cara-pensó el chico. Rebuscó en los hondos bolsillos de su túnica verde, y sacó un par de galeones de oro macizo. Todos los elfos y elfinas domésticos, miraron los relucientes destellos que refulgían del metal tan adorado, por la contraluz de las calderas. Rápidamente, una elfina con coletas se acercó con una cajita con una ranura, en la que estaba inscritas las iniciales: PEDDO. Mystre metió los galeones, y toda la sala estalló en aplausos. Se sonrojó bastante, y como excusa, miró a Judgy, y dijo:
-¿Y bien?

-Debes ir a la cuarta planta. Verás que hay una estatua de un señor jorobado, y enfrente, una pared pintada. Ábrela y pasa dentro, allí te esperará alguien que te dirá qué hacer.-dijo velozmente, con tono juguetón.

-¿Estás seguro?-preguntó con suspicacia.

-Sí por supuesto, ¡venga, venga!
Y unos veinte elfos empezaron a empujarle para que saliese, y otros tres, lo acompañaron al Vestíbulo. Tras una honda reverencia, salieron corriendo, por el pasillo hacia las Bodegas.

Mystre no entendía la situación, sólo sabía lo que el profesor Jahuma le había contado esta mañana, y aún así, tenía grandes lagunas esta historia, que deseaba conocer. Iba a pasar ya a las Escaleras, pero sonó el omnipresente timbre, y una marabunta de alumnos, de diferentes casas, empezaban a salir de cada piso. Intentó ir a contracorriente, pero era imposible. Decidió que tomaría el atajo del Ala Norte, pero casualmente la puerta estaba cerrada. Un silbido le llamó la atención por detrás, era Leafia.

-Hola Mystre, ¿qué hacías por aquí?

-Ahora te cuento, ¿hay recreo no?, juntémonos con Hirenee y Mertxol y os explico con detalle.
Abriendo sus mentes al máximo, empezaron a pensar frases como: “Quedamos en el Recreo”, “nos vemos en el Patio”, para que Mertxol captará sus palabras. Sólo faltaba Hirenee, que le tocaba Aritmancia, en la segunda planta. Esperaron a que el atrio de las Escaleras se despejase para ir subiendo los pedregosos escalones y esperar a la salida del Segundo Piso. El rato salió Hirenee, con la varita en la mano, y cara contorsionada de furia. Tenía su pelirrojo pelo enmarañado.

-¿Qué te ha...?-pero Mystre se cayó, porque instantes después salían los de Morrigan, sujetando a una enorme babosa con cara puntiaguda, del antiguo Rowland. Hirenee lo miró con sorna, exclamó un sonoro: ¡Ja!, y explicó:

-En clase de Aritmancia, el profesor se había marchado un segundo, y los de Morrigan empezaron a lanzarnos bolas de papel encantadas, así que me enfadé y transformamos por error a Rowland en ésa cosa.-comentó alegremente, cambiando su fruncido ceño por una enorme sonrisa.

-Bueno vamos.-dijo con impaciencia Leafia.

-Si no os importa tengo que ir a dar una carta a la Lechucería, vamos de camino.-comentó Mertxol.

Bajaron las Escaleras, pasaron al Vestíbulo y entraron por el pasillo que daba al Ala Sur, al descubierto. Cerca del amurallado Lago se alzaba un enorme risco, coronado por una pequeña torre, sobre la que sobrevolaban algunas lechuzas y cárabos.
Subieron los peldaños de la escalerilla, y se tambaleaban por la fuerte brisa que soplaba allí arriba. Entraron a la pequeña estancia, llena de perchas y paja. Mystre se dispuso a contar toda la historia del profesor Jahuma, la confesión de que él había sido elegido, de que la profesora Meenmeyow era su hermana mayor, y el extraño encuentro con el elfo. Mertxol acababa de soltar la lechuza gris cuando Hirenee interrumpió la descripción del elfo doméstico:

-Hoy he visto a ése elfo, me sonaba mucho...

-Fue al que ataqué anoche, sin proponérmelo.

-La cosa es que estaba merodeando cerca de la entrada a la Biblioteca, en la segunda planta.

Cuando estaban ya volviendo al Patio, sonó la campana de la siguiente clase. Leafia resumió:
-Entonces esta noche antes del toque de queda, nos vemos en la sala de Trofeos, ¿os parece?

-Perfecto.-respondieron al unísono.

Mystre se despidió y salió corriendo a su Sala Común, a por su cartera, para dirigirse a clase de Defensa contra las Artes Oscuras. El resto del día pasaría con normalidad.



Era bastante tarde cuando estaban saliendo del club de Duelo, al que la gerente, la profesora Cornipher, había metido a Mystre en el grupo, para entrenar y competir. Le dolía el cuerpo entero. Meciéndose el pelo castaño y lacio, caminaba por el Ala este, donde a su lado los ventanales dejaban ver un paisaje arbolado, con tonos escarlata coronando sus copas, proclamando el atardecer. Fue a dejar sus cosas en la sala común, y recordó la cita con sus amigos. Se dió una ducha rápida en los aclimatados baños que había frente a los dormitorios, se vistió con otra túnica, de un verde algo más pastoso, y se dirigió Escalinata arriba, hacia el Atrio del Vestíbulo, donde se encontraba la sala de Trofeos. Ya estaban los tres allí. Mystre se unió a ellos en la inspección de los trofeos e insignias ganados a lo largo de los cursos del Liceo Mystra, y cada una de las innumerables Orlas que colgadas en la pared, mostraban las jóvenes caras de miles de antiguos alumnos, en movimiento.

Tras pasar por los premios Anuales, y ver cómo el profesor Jahuma era uno de ellos, decidieron que ya era hora de ir a ver si las indicaciones jocosas de Judgy, el elfo doméstico, eran ciertas o no.
Salieron del salón de trofeos, y se dirigieron al Cuarto Piso. Estaba vació pero iluminado radiantemente por la terraza que daba al exterior del pasillo. Un poco más alante estaba ésa estatuilla, y la puerta dibujada en un tapiz colgando de la pared opuesta a éste. El elfo le había dicho de abrirla, pero no sabía cómo iba a abrir un tapiz...era ilógico.

Ante la pregunta no formulada, Mertxol sacó su varita y dió varios golpecitos a la puerta. No ocurrió nada.
-¿Qué hacemos?-preguntó Hirenee.

-Deberíamos preguntar a alguien, pero ya casi no queda gente por los pasillos.-respondió Leafia.

-Si alguien cercano pudiera respondernos...-pensó en alto por el rabillo de la comisura de la boca, Mystre. Éste se dió la vuelta, para buscar a ésa persona invisible, pero se fijó que Mertxol tenía los ojos cerrados:

-Hay alguien más con inteligencia en esta sala.-comentó misteriosamente, aún con los ojos cerrados.

-¡La estatua!-exclamó Hirenee, quien se volvió hacia ella, y con su tono de voz más inocente y dulce, preguntó:-Disculpe señor, queremos entrar por esa puerta, ¿tendría la profunda bondad de indicarnos cómo podríamos hacerlo?
Los párpados de piedra del mago esculpido en roca se abrieron, y de dentro se oía:
-¿Sois prefectos?-con un tono grave.

-Sí.-se atrevió a responder Mystre.

-Enseñadme vuestras insignias.

La orden dejó a Hirenee y a Mystre desprevenidos, y Mertxol actuó.
-¡Vaya! qué torpes... se nos han olvidado en las túnicas de clase; verá, es que el quinto curso de Mystra es muy complicado, tenemos los exámenes del TIMO encima y andamos estresados con tantos deberes...

Mystre se había fijado que Mertxol nunca se enrollaba tanto al hablar, estaba haciendo tiempo por algo. Distinguió detrás de él, a Leafia con la varita escondida dentro de su túnica, de la que salía un suave resplandor.

-...y entonces fue eso lo que me dijo el profesor, ¿Puede creérselo?, es que resulta que...

-Mirad, ¡resulta que las guardé yo!-interrumpió Leafia, enseñando cuatro insignias de diferentes tipos de mineral, muy brillantes, y
extrañamente vibrantes, sobre la palma de su mano, extendida.-Estaban en mi túnica.

-Gracias a Dios,-exasperó el viejo mago de mármol-podéis pasar.

Cuando se volvieron la puerta del tapiz estaba recortada y abierta, de dentro salía mucha luz blanca y brillante.
Tragaron saliba al tiempo que entraban dentro.
Estaban en un enorme baño, depuradísimo y tan limpio que se podría patinar sobre los azulejos. Lleno de bañeras y cabinas de wáteres, rodeaban el centro, donde estaba una grandiosa piscina, rodeada de un centenar de brillantes grifos de cobre.
Se ilusionaron muchísimo cuando al abrir un grifo, empezó a salir espuma de diferentes tonalidades, olores y texturas, la piscina se llenó en cuestión de un minuto.

-Mi hermano me había hablado de esto, es el baño de los Prefectos y los Profesores.-comentó Hirenee.

-¡Vaya!, yo quiero una de esas insignias,-y al tiempo que su mano se acercaba a las plaquitas relucientes, estas se desvanecieron.- ¿qué...?

-Lo siento, son ilusiones ópticas del hechizo “Hinmandascam”, las usé para que pudiésemos pasar. Mertxol sabía que lo pretendía hacer y me dejó tiempo para conjurarlo.-confeso Leafia, radiante de energía mientras abrazaba a Mertxol.

-¡Qué bien!, pero ahora, ¿qué debemos hacer?

-El elfo Judgy me dijo que alguien nos estaría esperando aquí.-dijo Mystre mirando alrededor-Pero no veo a nadie...

-¿Y yo qué soy, el Kelpie del Lago Ness?-preguntó sarcásticamente un cuadro que representaba una hermosa sirena, tumbada sobre una roca marina. Todos se volvieron, y Mystre preguntó:

-Me mandó aquí porque quería resolver una duda, quiero encontrar algún dato importante sobre genealogía del Liceo Mystra...

-Siempre preguntáis las cosas más difíciles de conseguir. Debéis ir a la Biblioteca.-explicó con una voz profunda y melodiosa.
Todos se quedaron en silencio, uno demasiado incómodo. ¿Cómo no habían pensado en la biblioteca?

-Pero tranquilos, no es tan fácil de encontrar ése libro que buscas, está escondido en la sección prohibida de la Biblioteca, al fondo de la misma, en una Bohardilla.

-Sí...sí, gracias. Vamos allí chicos.-exclamó Mystre.

Ninguno contestó. Le miraron y Leafia comentó:
-Mystre, sé que quieres obtener respuestas, y nosotros también que las consigas, pero anoche nos pasamos demasiado. Tu tutor, el profesor Jahuma no es duro con los castigos, pero mi padre me ha amenazado con castigarme todos los fines de semana si llego tarde de nuevo.

-Lo mismo nos ocurre a nosotros Mystre-continuó Mertxol- El profesor Jahuma nos ha pasado una porque tu tienes... situaciones especiales. Pero no creo que nos pasase ninguna más.

-Está bien, vamos mañana...

-Pues yo no podré ir-dijo con cara de preocupación Hirenee.-Mañana tengo el primer campeonato de Gobstones, y después habrá una fiesta en el Sexto Piso para el ganador, y me gustaría que vinierais.-dijo con voz entrecortada.

-Bueno, en ése caso, en cuanto podamos todos buscaremos allí, ¿vale?

-Sí, claro.-contestó Leafia.

Se despidieron de la Sirena del cuadro, y salieron hacia la Escalinata, donde dejaron a Leafia, yéndose al Ala Oeste. Luego, se despidieron de Hirenee que bajaba a las Bodegas, y Mertxol y Mystre se encaminaron a su sala común para irse a dormir, antes de que el celador, el hombre bigotudo, les volviese a pillar.

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Mensaje  Leafia Sáb Sep 08, 2012 5:00 pm

Y hasta aquí escribí. Me han dicho muchas veces que retome la historia, sin embargo tampoco me veo ni inspirado ni motivado xD

Ya que lo he compartido con vosotros, y sé que alguno lo habéis leído, me encantaría poder saber que pensáis de algunos matices del relato:
(si podéis decir los porqués, mejor :3)

1) ¿Quien es vuestro personaje favorito? ¿y cual el que menos te gusta?
2) ¿Qué profesor es el que mas os gustaría que os enseñara? ¿cuál evitaríais a toda costa?
3) ¿Cuál es la casta en la que os gustaria entrar?
4) ¿Qué es lo mejor del Liceo Mystra de Magia Hispánica? ¿y lo peor?
5) ¿Quien creéis que anda detrás de las runas?
6) ¿Quienes os gustarían que se emparejaran?
7) ¿Os gustaría saber más usos prácticos de las runas antiguas?
Cool ¿En qué creéis que destacaran académicamente, en el futuro, los personajes?
9) ¿De qué personaje querrías saber más?
10) ¿Qué creéis que hay escrito en la carta que le envía el Señor Scops al profesor Jahuma?


Muchas gracias de antemano x3 Espero que lo hayáis disfrutado.

Leafia

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Mensaje  -Albyta.- Sáb Sep 08, 2012 6:22 pm

Leafia escribió:Y hasta aquí escribí. Me han dicho muchas veces que retome la historia, sin embargo tampoco me veo ni inspirado ni motivado xD

Ya que lo he compartido con vosotros, y sé que alguno lo habéis leído, me encantaría poder saber que pensáis de algunos matices del relato:
(si podéis decir los porqués, mejor :3)

1) ¿Quien es vuestro personaje favorito? ¿y cual el que menos te gusta?
2) ¿Qué profesor es el que mas os gustaría que os enseñara? ¿cuál evitaríais a toda costa?
3) ¿Cuál es la casta en la que os gustaria entrar?
4) ¿Qué es lo mejor del Liceo Mystra de Magia Hispánica? ¿y lo peor?
5) ¿Quien creéis que anda detrás de las runas?
6) ¿Quienes os gustarían que se emparejaran?
7) ¿Os gustaría saber más usos prácticos de las runas antiguas?
Cool ¿En qué creéis que destacaran académicamente, en el futuro, los personajes?
9) ¿De qué personaje querrías saber más?
10) ¿Qué creéis que hay escrito en la carta que le envía el Señor Scops al profesor Jahuma?


Muchas gracias de antemano x3 Espero que lo hayáis disfrutado.

1. Mi personaje favorito sin duda es Leafia, ya que es muy inteligente y siempre se le acaba ocurriendo alguna idea para sacar a los demás de situaciones problemáticas o peligrosas. He de decir también, que Mystre no se queda corto en inteligencia y que me lleva intrigando desde que empecé a leer el relato.
El personaje que menos me ha gustado ha sido Rowland, puede que sea porque al principio del relato me hice una idea equivocada de él. Creía que sería una persona amable, dedicada a sus amigos (tal y como aparentaba al principio), pero se ha demostrado que es un convenido egocéntrico que solo piensa en lo mejor para él sin importarle los demás. A parte de eso, no me gusta por la forma en la que trata a Hirenee, ya que esta es la persona más dulce y más tierno que hay en todo el relato y no se merece que la traten así.


2. Pese a que el profesor que más me gusta es Jahuma, la que de verdad me gustaría que me enseñara es Cornipher. Sé que puede parecer raro, ya que en el relato se muestra como una persona fría, seca y directa; pero es muy inteligente y te enseña las cosas tal y como son, de forma directa y compleja, sin rodeos. Te avisa de que no todo es fácil y de que hay que aprender a defenderse no solo con la varita,ya que hay magia más poderosa que unas simples palabras pronunciadas por un simple mago.
También he de admitir que me gustaría que me diese clase ella para poder intentar comprender la perfección que le rodea e intentar alcanzarla (aunque eso es imposible, tanto en belleza como en inteligencia)
No evitaría a ningun profesor, pues todos me han encantado, desde el más gracioso (como Presttermonch) hasta el más patoso (como Javoletton).


3. Me daría igual la casta, ya que todas me parecen fantásticas (menos la de Morrigan, que desde mi punto de vista representa a "los malos", "los problemáticos" o los que incitan a la guerra.)


4. Para mi lo mejor que hay en el Liceo Mystra es el Triskel Arbóreo. Me encanta la forma que tienen de escoger de que casta será cada alumno, es muy interesante y además te da algunas pistas sobre las habilidades de los personajes y sus comportamientos.
Ahora mismo no se me ocurre nada que me disguste del Liceo Mystra, es impresionante y está muy bien descrito en el relato.


5. La verdad es que no me he parado a pensar en quien puede ir detrás de las runas y siento ser tan sencilla y tan previsible,pero si tuviera que apostar por alguien, sería por Rowland. Desde mi punto de vista, él quiere lo que más le conviene, lo que le da más poder y lo que le puede hacer ser más fuerte. Y las runas podrían ser fácilmente su objetivo.


6. Al principio del relato, habría apostado por Rowland y Hirenee, ya que cuando Rowland empezó con su absurdo comportamiento egocéntrico, pensé que Hirenee podría hacerle cambiar con su dulce y tierno carácter. Ahora, al ver que no es así y que lo único que sabe hacer Rowland es pensar en él y despreciar a los demás, apuesto por Leafia y Mystre, ya que ellos hacen una buena combinación, son los dos muy inteligentes y sinceramente, se les ve tal para cual.



7. La verdad es que las runas nunca habían llamado mi atención. Hasta ahora. Gracias a este relato, cada vez las veo más interesantes y más enigmáticas y sí, me gustaría saber más sobre ellas, sobre los diferentes tipos que hay y sus distintas utilidades prácticas. (Quien lo diría, yo, que siempre he pensado que las runas eran un rollo y mírame ahora, deseando saber más sobre ellas)


8. Clarísimamente, Mystre destacará en Runas y Leafia en encantamientos, ya que ambos han demostrado tener mucho talento en estos ámbitos durante el relato.
A Hirenee la asocio más con Transformaciones, ya que se ven varios momentos en los que transforma en animales a la gente con bastante gracia y sencillez, sin apenas esfuerzos (Como a Rowland,que lo transformó en una babosa)
En cuanto a Mertxol, lo veo en todo lo relacionado con Legemerancia y Oclumancia, por los increibles dones que posee.



9. Me gustaría saber más de todos, ya que todos y cada uno de ellos me encantan. Aunque puestos a pedir, por un lado me gustaría saber más sobre el pasado que tiene Mystre con las Runas y los misterios que se traen el padre de Mystre y Jahuma. Por otro lado, me gustaría saber más de Cornipher, del porqué de su fría actitud (si es que lo hay) y de si existe el más mínimo índice de amabilidad, ternura o cariño en ella.



10. No tengo ni idea de que puede haber escrito en la carta dirigida a Jahuma, seguramente algo relacionado con Mystre y las runas. Lo único que sé es que me muero de ganas de saber de que se trata.



Bueno, he de decir que me ha encantado tu relato y que de verdad espero que te vengan las ganas y la inspiración necesaria para que sigas escribiendo el relato (come muchas castañas, que ayudan :3) y también darte las gracias por haber subido los capítulos, ya que gracias a ellos no he tenido la oportunidad de aburrirme y has hecho que vea la magia desde otro punta de vista (además de que gracias a ti, me he interesado por primera vez en las runas ¡Lo nunca visto!).
Y bueno, que si estas decidido a subir nuevos capítulos, que sepas que aquí estará tu lectora número 1 esperándolos con ansia.
-Albyta.-
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Mensaje  Derek Whitaker. Dom Sep 09, 2012 5:27 am

Relato propio :P Historia de Druidas No-le-un-carajo-1

No te ofendas eh.
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Mensaje  Héctor Dom Sep 09, 2012 5:30 am

a me lo copiare si me dejas claro para que lo lea mi prima pequeña que le gustan estas historias

Héctor

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Mensaje  Leafia Dom Sep 09, 2012 11:41 am

Esta tarde ha sido algo aburrida, así que la musa Katherine ha venido a mí xD
Os cuelgo un nuevo capítulo recién escrito, que espero esté al nivel del resto, que hace 5 años que no continúo con ella.
Si me sigo aburriendo, seguiré escribiendo.

Capítulo 10: La pelirroja anda suelta.

La hora de desayunar ya había finalizado cuando apareció Hirenee, radiante en una túnica de color estaño, sonriendo ampliamente a Leafia, Mertxol y Mystre, que se estaban levantando y recogiendo sus cosas de la mesa de manteles blancos (llenos de migas y mermelada volcada) de la casta de Brighid.
Sonriendo ampliamente les anunció:

- ¡Chicos, chicos!, hoy, a las cinco y media delante del lago.- Hirenee dejaba ver una amplia sonrisa mientras agitaba en su mano izquierda la bolsita de cuero donde Mystre ya sabía que acostumbraba a guardar sus gobstones.

- Pero Hirenee, si son las nueve de la mañana…-respondía Leafia mientras estiraba sus brazos tras la espalda, siguiendo a compás un bostezo de Mertxol.-Tranquila, que estaremos ahí para la hora…ay!-crujió la espalda de la chica.

-¡Vale, vale! La profesora Thristerny me ha dado un permiso especial para que me quede practicando hasta la hora; creo que está tan emocionada como yo.

-Pues no te sobreesfuerces, o se te destiñirá el pelo, zanahoria.
Rowland acababa de hacer aparición cruzando por la mesa de Morrigan. Sus amigotes reían alrededor suyo, formando una especie de, para la impresión de Mystre, maraña de ridículas acromántulas. Hirenee bufó con sorna y se volvió de nuevo hacia sus amigos:

-Si gano la partida, le restregaré la copa por sus piños.-exclamó con una fingida indiferencia.-Bueno, marcho hacia la común, que están esperándome Cattle y Myles.

Se despidieron de ella con la mano ligeramente alzada mientras Mertxol terminaba de meter los cinco knuts en la bolsita de cuero que llevaba el cárabo, valga la redundancia, encargado de traer como cada mañana el Cárabo Matutino, el periódico mágico.

Mientras salían al Vestíbulo Mystre se fijó en el tiempo que vaticinaban las nubes a través las puertas de roble abiertas, que daban a la entrada de la fortaleza. Se desplazaban incesantemente, por lo que tenía que hacer un viento bastante fuerte en la explanada junto al lago. Mystre frunció el ceño, y sin comentar nada, siguió el camino que ya habían recorrido Mertxol y Leafia, hacia la escalinata.

La clase de transformaciones con el profesor Presttermonch resultó ser algo más movida de lo habitual, lo cual ya es decir bastante. El profesor acababa de enseñarles los hechizos desvanecedores, y se dedicó toda la clase a invocar animales, tales como furiosas avispas o brillantes serpientes cuando menos se lo esperaban, para que las deshicieran mediante:

-Evanesco! –finalizaba Leafia con una cobra de anteojos que acababa de asomar de su mochila al recoger los libros al final de la clase.-Ya ha conseguido que ni me sorprenda de ver aparecer criaturas inmundas como estas.-comentaba contundente al cerrar la cremallera con algo más de fuerza, dejando entrever que algo nerviosa, sí que la ponían.

-¿Qué nos toca ahora Mertxol?

-Creo que…-decia con cara pensativa a Mystre-..Hogar Mágico.

-¿Es de verdad eso una asignatura aquí?-preguntaba Mystre con sorna a Leafia.

-Pues no te creas que lo ha sido siempre; por lo visto hace años que dentro del mundo muggle los españoles son reconocidos como buenos cocineros por todo Europa. Blossy me comentó,-haciendo referencia a su hermana- que antiguamente no se daba más que como optativa.

Estaban bajando ya el tramo de las escaleras del primer piso cuando oyeron unos gritos procedentes de la puerta que daba a las escaleras del ala Norte. Los chicos, sin mirarse si quiera, salieron corriendo atravesando las vitrinas llenas de trofeos y medallas hasta el otro extremo de la estancia.
PUM! Mystre se había comido de morros la puerta, ya que al intentar empujarla para abrirla, el manillar no había cedido. Cayó de bruces contra el suelo de piedra con la nariz bastante dolorida. Lo notaba muy caliente y le costaba respirar. Tosió un momento y levantó la vista. No recordaba que el otro día la puerta también estaba cerrada.

-¿Estás bien Mystre?-preguntaba con preocupación Mertxol.

-Sí, sí. No recordaba que estaba cerrada.

-Y no lo estaba,-respondía ávida Leafia mirando la puerta-Ayer yo cruce por aquí sin problemas. ¿Deberíamos forzar la cerradura? O mejor, avisemos a la profesora Thristerny.

Los chicos asintieron y se dirigieron escalinata abajo, para adentrarse en las Bodegas y hallar el aula donde algunos alumnos de Brighid y Cernunnos ya se habían sentado. A Mystre aún le dolía un poco la nariz, pero no había tiempo. Y detrás del escritorio vieron como estaba agachada la profesora Thristerny. Los extremadamente ondulados y negros rizos le caían sobre el cogote, dando la impresión de estar viendo a un perro de aguas.

-¡Profesora, he…hemos oído unos gritos en la escalera del Ala Norte!-balbuceaba Leafia

-¿Qué.. Ouch!?-al levantarse había topado con la barbilla de Mystre, que una vez mas, se hallaba en el suelo viendo destellitos-Oh cariño, ¿te encuentras bien? Mira que ponerte encima. Déjame ver.. ¿Un momento… Qué dice señorita Fawntellow?

-Sí, estábamos bajando de Transformaciones y lo oímos, detrás de la puerta del salón del trofeos, ¡la que da al Ala Norte!.-Repetía con la voz algo gastada.

-Aah! Bueno hija, no te preocupes, no os preocupéis!-decía sonriendo y mirando la nariz de Mystre- No es más que el ghoul de la Torre Norte; últimamente está muy escandaloso. Venga id a sentaros a vuestros sitios.-La profesora ya estaba ocupando con su rechoncha figura el sillón de la mesa del profesor.

Mertxol, Leafia y Mystre ocuparon unos asientos que les había reservado Nicolette, junto a la pared del fondo. Los pupitres estaban dispuestos en forma cuadrada, de tal forma que todos los compañeros se veían entre sí, y coronaba la mesa del profesor, algo más elevada en uno de los lados. Una lámpara de araña llena de velas de color céreo iluminaba ampliamente la subterránea aula. En lo alto de la pared lateral había unos pequeños ventanucos abiertos, que correspondían al nivel del suelo, por lo que se podía ver a través de ellas la maleza propia de los alrededores.

-Bienvenidos a vuestra primera clase de Hogar Mágico. Soy la profesora Thristerny, conocida de siempre por ser la tutora de la casta de Ogmios.-sonreía ampliamente, encantada de su posición frente a los alumnos- En esta asignatura –decía imprimiendo más energía en esta última palabra- vais a aprender un popurrí de cosas muy válidas para vuestra diaria como magos que sois. Mi especialidad es la cocina mágica, pero también aprenderemos un poco de sanación básica, dado que he obtenido durante este verano ya por fin el título de Medimagia por la clínica mágica de San mungo…

-¿Se nota que está orgullosa eh?-susurraba Leafia a Mystre con un ligero tono de malicia.

-…que hacía tanto tiempo que había estado persiguiendo. También trataremos de encantamientos útiles para la limpieza y confección. Soy también la corresponsal de la P.E.D.D.O en la Península, así que si tenéis alguna donación, le recompensaré con grageas.-finalizó riéndose.
Bien bien! ¡Pues vamos a comenzar con un encantamiento sanador!, se trata del encantamiento cura-cosas -Leafia no pudo evitar carraspear-, Episkey. Fijaros…

Y sin demasiado esfuerzo, desplazó su silla para acercarse a Mystre, quien se había levantado y echado hacia delante al ver que se acercaba a él con la varita entre sus regordetes y bien bisuterizados dedos.

-No, no, no, de verdad profesora que ya está bien…

-Episkey!-conjuraba la profesora Thristerny sobre la cara de Mystre, quien cayó de bruces sobre el asiento, sintiendo un grave ardor en su magullada nariz. Mertzol se puso sobre intentando taponarle el sangrado de la nariz con pañuelos que sacaba de su túnica. Leafia se había apartado y Nicolette dio un pequeño grito, sin embargo sacó su varita de recio color granate y apartó inmediatamente a Mertxol.

Y repitiendo lo que la profesora:
-Episkey!-Sin embargo esta vez ella no apuntaba directamente a la cara del blanco Mystre, si no que realizaba una floritura que había acabado en un leve golpe seco. Inmediatamente el sangrado paró, y Mystre se intentó incorporar.

Cuando ya había aclarado su vista y tosido un poco, la profesora se había excusado diciendo que había ido a buscar ayuda, dejando el aula sola.
-¿Cómo te… -empezó Leafia
-…encuentras?- terminaba Nicolette

Los demás alumnos se habían levantado un poco de su sitio para ver en qué estado estaba Mystre. Entonces llegó por la puerta la profesora Thristerny, con los ojos en lágrimas, agarrada de la mano de una pequeña elfina que vestía un vestido blanco hueso, y que coronaba una cofia entre sus dos largas y dobladas orejas.
Cuando se hicieron paso entre los pupitres la elfina subió a la mesa de Mystre y Leafia para agarrar de la barbilla a Mystre y examinarle.

-Todo está perfectamente sellado profesora, no sé porqué dijo que le había salido mal el conjuro.
La profesora se enjugaba la nariz con un pañuelo mientras ayudaba a bajar a la elfina de la mesa.

-Gra..gracias Chlory.-cuando la elfina hubo salido del aula se volvió hacia Nicolette- ¿Cómo lo has hecho pequeña?

-Tengo sacado el carnet de medimaga desde el año pasado; todos en mi familia son sanadores…-decía con una caída de párpados algo avergonzada mientras se agarraba la rubia cola de caballo.

-Bue..bueno.. Pues cincuenta puntos para Cernunnos!-exclamó la profesora algo más complacida.-Creo que por hoy podemos acab…

-¡Pero si no llevamos ni diez minutos de clase! -Se quejaba un chico que vestía la túnica de Brighid.

-Vale, pues vamos a… -se notaba que seguía perdida- vamos a limpiar un poco el aula. El siguiente encantamiento se trata del encantamiento limpiador, Fregotego. Sirve para hacer desaparecer la mugre, la suciedad, la sangre…-y no pudo evitar morderse el labio mientras le caía una nueva lágrima- Disculpadme.

La profesora salió a medio trote del aula. Los compañeros de castas se miraron unos a otros, y subiendo los hombros con indiferencia al estado de la profesora sacaron sus varitas, para comenzar un encantamiento, que obviamente todos conocían. ¿Quién no había pasado un domingo de limpieza en casa?

Como después de cinco minutos la profesora no había vuelto, el chico de Brighid que se había quejado antes propuso:
-¿Qué os parece si la escribo una carta disculpándonos y nos vamos al comedor?-sugirió rascándose detrás de una oreja.

Todos afirmaron y el chico no tardó más de quince segundos en dejar la carta sobre la mesa de la profesora. Recogieron y salieron de clase en dirección al comedor.
El Gran Comedor estaba tan lleno como acostumbra a la hora del almuerzo.

-¿Pues menudo fraude de profesora no?-comentaba a regañadientes Mystre mientras miraba bizco la punta de su nariz al posicionar el tenedor con pasta delante a su cara.-Por cierto, muchas gracias Nicco.

-No ha sido nada, me encanta sanar. Me estoy preparando para sacarme el TIMO de Pociones, Herbología y Cuidado de Criaturas Mágicas para poder presentarme al examen de Apotecaría y aumentar mi formación.-le contestaba dedicándole una pequeña sonrisa a todos.

-Es impresionante…

-Por cierto, Mertxol, te noto extraño.-El moreno estudiante llevaba un rato con los ojos cerrados concentrándose en su alrededor. Aún no había probado bocado.

-Es que aún no ha venido Hirenee a comer, y no consigo localizarla.-explicaba Mertxol algo contrariado abriendo finalmente los ojos y buscando con una mano la fuente de salsa de tomate con especias.

-No es tan raro, ya lo has intentado otras veces, pero a la hora de comer hay más de cien personas en esta habitación-comentaba in importancia Leafia enrollando con el tenedor los tallarines.-Seguro que sigue practicando para el campeonato.

-Es perfecto, tenemos Cuidado de Criaturas Mágicas después de comer, y esta junto al lago, así no llegaremos tarde.-concluía Mystre con la boca algo más llena de lo que debería.

Tal y como había predicho Mystre, hacia un viento impresionante. Atravesaron el bosque de detrás de la Fortaleza de Mystra casi amarrándose a los árboles y sujetándose las túnicas. El viento levantaba las hojas y el polvo del camino haciendo que tuvieran que taparse un poco los ojos. Cuando los entremezclados alumnos de Brighid habian llegado a la explanada frente a la cabaña del profesor Toniderllow, éste no se encontraba aquí. El aire no era menos poderoso a campo abierto, y la superficie del lago formaba ondulaciones que no acostumbraba. Dos chicas de Cernunnos salían de la cabaña del profesor con una un pergamino en la mano. Se agarraban la una a la otra mientras corriían hacia los acogedores árboles junto a la alta valla de piedra que delimitaba el Bosque Prohibido. Desde allí, les hicieron señas para que les siguieran el resto. Mystre y los demás se apresuraron, y las chicas explicaron que el profesor daría la clase dentro del Bosque.

Los alumnos empezaron a quejarse. Con seguridad muchos de ellos no lo habían vuelto a pisar desde el día de la Selección. Curiosamente, la chicas miraron a Mystre, que como ése mismo día, exasperado, ya había cruzado la remendada y parcheada puerta de la valla.

Fueron pasando uno a uno y cerraron la puerta con algo de esfuerzo debido al viento. Dentro del bosque se oía el viento cmo si estuviera en la lejanía. Los frondosos y espinosos arbustos y las altas copas de los árboles apaciguaban la tempestad.
Siguieron un poco el camino principal hasta llegar al claro donde por primera vez Leafia, Hirenee, Rowland y Mystre habían visto a los bellos unicornios. Mystre sintió una punzada de morriña. Y allí estaba el profesor.

-Lo siento mucho chicos- les decía guiñándoles uno de sus pardos ojos. – Hacia tan mal tiempo que temía hasta que mi cabaña se fuera abajo, así que he aprovechado para traeros al Bosque. –Mystre notó como evitaba la palabra “prohibido”- ¡Acercaros por favor!

Los chicos se iban a ir acercando al fornido mago cuando se dieron cuenta que se refería la imponente y musculosa figura que salía entre unos arbustos de acebo en la oscuridad. Se trataba de un centauro, con su torso desnudo y su cara de curiosos rasgos semejantes a un ciervo. La melena estaba descuidada, larga y raída detrás de sus hombros con multitud de ramitas y hojas secas enredadas. Un chico cercano a éste se asustó un poco y se alejo con cuidado al ver como aparecía el resto de su imponte cuerpo de zaino. Pero no sólo eso.

-Pequeños, os presento a Zhalko, un centauro que es amigo mío desde que estaba en segundo curso.-comentaba alegre dándole en el costado del torso. A pesar de ello el centauro tenía un semblante implacable.-Me va, y nos va, a permitir que él y unos amigos posen para nosotros para que podamos dibujarlos y aprender un poco de su anatomía, así aprender a no temerlos y a respetarlos, como dueños que son de este Bosque desde hace generaciones. Ellos lo cuidan y lo protegen, mantienen el equilibrio entre sus criaturas.

-Hola.-respondió con una voz que se mezclaba con un breve relincho.

Siguiendo las instrucciones del profesor, se sentaron en el suelo y abrieron sus carteras sacando pergaminos y tinteros de colores. Por grupos de seis se agrupaban en torno a un centauro, que posaba inmutable y sereno ante sus miradas.
Cuando Leafia subió la cabeza de sus pergaminos fielmente alineados, no pudo evitar fijarse:

-¡Tú!-exclamó brevemente, haciendo que el centauro girase su cara hacia ella, en reconocimiento y acto seguido hacia Mystre.

-Oh, sois vosotros, potrillos descarriados.-contestaba secamente Zhalko. Giró cuarto de vuelta para encararse a ellos, y se postró sobre sus cuartos delanteros, con una mano en el pecho y otra hacia el cielo.-Que Mercurio guarde vuestras vidas. Gracias por ayudarnos con aquellas terribles acromántulas, y disculpad nuestra torpeza en el seguimiento de los astros mayores.
Nicolette, Mertxol y una pareja de Brighid los miraba con asombro.

-No fue nada señor. ¿Por cierto, usted es el único que tiene esas alas?-respondió Mystre algo cortado. Estaba señalando como desde la grupa del centauro, una vez agachado, se podían ver unas alas recogidas, llenas de plumas largas y oscuras, cada una de ellas como un brazo.

-No soy el único entre nuestro poblado.-dijo girándose un poco para señalar a un centauro algo mas joven de color negro, que también mostraba unas alas bien recogidas en su espalda.

-¡Profesor!-llamaba Leafia a Toniderllow con la mano en alza desde su sitio. Éste se giró y fue hasta allí bastante satisfecho con su clase.-¿Por qué esta manad…¿manada?...de centauros tiene alas?

-Son un caso especial. Los centauros solo pueden ser machos, por ello deben procrear, bien con hembras humanas, lo cual no suele desembocar en un embarazo satisfactorio, o con yeguas. Sin embargo en esta zona no hay más caballos salvajes que pegasos, especialmente Aethonans. Algunos de la manada presentan pasadas algunas generaciones alas en su espalda, que sin embargo, no les permiten volar.

-Todavía…-indicaba Zhalko dejando entrever un deseo oculto.

Los alumnos terminaron sus bocetos y se los entregaron al profesor Toniderllow. Se despidieron de la manada siguiendo al profesor Toniderllow. Pero antes de que se fueran Leafia y Mystre, Zhalko los interrumpió con un relincho. Se dieron la vuelta para ver como señalaba el cielo.

-Tened cuidado potrillos sin alas, el fuego de Marte deja brasas más candentes que los sentimientos encontrados.-y dicho esto, se encabrito en sus cuartos traseros, y salió trotando lejos del camino.

Mystre y Leafia se miraron confusos. Mertxol se dio la vuelta a mitad del camino para correr a por ellos señalando su reloj con presura. Leafia no pudo evitar morderse el labio con algo más de fuerza, mientras la corriente de viento procedente de la puerta de la valla de piedra, abierta, hacia que su castaño pelo se revolviera entre las pecas de su cara.

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Leafia

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Mensaje  Leafia Lun Sep 10, 2012 9:18 am

Capítulo 11: El campeón frustrado.

Leafia, Mertxol y Mystre salieron corriendo, a través de la maraña de compañeros de curso, dejando atrás la cabaña. Los alumnos y profesores, que destacaban entre las aglomeraciones de marrón, verde, blanco y negro de las túnicas de sus pupilos, estaban en posición, a un lateral del lago, en el opuesto al risco de la montaña de la explanada.
Continuaron corriendo a contraviento; a pesar de que se había calmado algo durante su estadio en el Bosque Prohibido, todavía les agitaba y bombeaba sus túnicas en un alarde de fuerza y majestuosidad.

Cuando alcanzaron la marabunta de gente, intentaron hacerse paso entre ellos para llegar a la primera fila, y poder atisbar así a Hirenee en plena faena. Sin embargo, tal y como habían supuesto, llegaban bastante tarde.

Mystre fue el primero en llegar a la gruesa y magenta cuerda que separaba a los espectadores de los tres grandes círculos de tierra blanca que había en el centro de la multitud. En el medio, alzada sobre un pequeño podio de madera, había una chica que vestía de Morrigan, que levantaba con los brazos en alto, una enorme y esférica bola de cristal en cuyas entrañas se movía un líquido de aspecto viscoso y color dorado según lo iba moviendo para enseñárselo a sus fans. Al lado, aplaudían con vehemencia otros jugadores que no habían salido victoriosos, que cubiertos de diferentes sustancias mucosas de colores como verde y violeta, no podían evitar su cara de insatisfacción.

Mertxol recorrió varias veces la arena para ver si encontraba a Hirenee, pero en vano, se volvió hacia Leafia y Mystre, que se habían apartado para dejar espacio a la comitiva que formaban los de Morrigan llevando en volandas a la alta ganadora.

-¡No la encuentro!, ¿dónde puede estar?

-No la ha podido dar tiempo a ir muy lejos, ¿y si nos adelantamos a la gente y vamos hacia su sala común?-sugirió Mystre.

-Va a ser lo mejor, seguro que está enfadada con nosotros por no haber llegado a tiempo, y no creo que tenga cuerpo para ir a la fiesta del sexto piso.-concluyó Leafia.

Así pues, intentaron hacerse algo más de paso, se despidieron de pasada de Nicolette, que les levantaba la mano, y siguieron corriendo dirección a la comitiva que ya estaba entrando al camino del Bosque Claro. Pasaron de largo sin decir absolutamente nada, ni tan si quiera merecerles una sonrisa a la casta ganadora, pero tuvieron que detenerse un momento en el círculo de piedras rúnicas, a recuperar el aliento.

-Estás en muy mala forma Leafia.-reprochó con sorna Mystre sacándola la lengua, a los que la pecosa chica respondió con un bufido.

-Vamos a seguir anda…-interrumpía Mertxol que empezaba a oír a la multitud acercarse en el fondo de su mente.

Justo cuando Leafia se estaba levantado, el círculo de piedras empezó a agitarse y a brillar con un tintineo de refulgentes colores. Mystre y Leafia se separaron ipso facto con un grito de sorpresa; quien se materializó abrazado a la piedra central era un chico de estrechos hombros y cara alargada. Rowland se giró con sorpresa, espero medio segundo, y les espetó:

-Qué, ¿llorando porque la zanahoria no ha ganado? Seguro que se quedó llorando en su sala común con la presión del campeonato y por eso ni salió, la muy llorica.-Rowland se separó de la piedra y dando la espalda siguió el camino hacia La Fortaleza, pero no pudo seguir caminando porque…
-Locomotor Mortis!-la varita de manzano de Leafia apuntaba directamente hacia la espalda de Rowland, quien cayó instantáneamente de bruces contra la revuelta hojarasca del suelo…-Levicorpus! –continuó dando un tirón de varita hacia arriba, dejándole colgado en el aire cabeza abajo. La negra túnica le caía sobre la cara.

-¡Pero qué se supone que haces maldita pecosa!, ¡bájame ahora mismo!- Rowland se revolvía contra su túnica buscando la forma de sacar su varita; sin embargo ésta yacía en el suelo bajo su cabeza.

-¿Dónde está Hirenee y por qué no ha ido al campeonato?-preguntaba Mertxol inquisitivamente mientras concentraba todo su ser hacia el revuelto Rowland.- ¡¿Qué las has hecho?!

-¿Cómo que qué la he hecho? ¡Yo no he hecho nada!-balbuceaba consiguiendo asir su varita con los brazos estirados. Entonces la subió y pronunció- Finite incantatem!- lo cual sólo logró que se quedara colgando de uno de sus tobillos, haciendo que se balanceara por la inercia de un lado al otro.- Eh, ¡eh!, ¿dónde vais? ¡Bajadme!

Mystre seguía corriendo a Leafia y a Mertxol que iban directos hacia la pared de al fortaleza que daba a la antecámara. Mertxol profirió varios golpes con sus puños a la piedra, que no se abrió. Mystre alcanzó a ver como Leafia apartaba de su lado a Mertxol para proferir:

-¡Cistem aperio! – Tras un movimiento punzante y una sacudida la abertura de la pared se hizo añicos, y el cuadro que colgaba a su otro lado, y que normalmente era el encargado de dejar el espacio para pasar, había caído al suelo con estrépito.-¡Rápido, rápido!; ay, por Merlín, cómo se enteren me van a castigar para el resto de mis días… ¡Seguid adelante!

Mystre y Mertxol corrieron entre las mesas de Ogmios y Brighid hasta alcanzar el Vestíbulo; antes de abrir las grandes puertas echó un ojo atrás para ver cómo Leafia estaba intentando reconstruir la pared con encantamientos, mientras el señor con esmoquin del cuadro la gritaba unos improperios que jamás había escuchado antes.

Giró nada más aparecer en el Vestibulo para bajar al pasillo que daba a las Bodegas, pero se paró en seco al ver que Mertxol seguía escalinata arriba. Jadeando llegaron al salón de trofeos; se oía el ruido habitual de la estancia, que se acumulaba con en un gran órgano musical al recoger el sonido de todos los pisos adyacentes a la escalera de caracol que rodeaba la altísima sala. Mertxol fue hacia la puerta que daba al acceso del Ala norte, al otro lado de la estancia.
Mystre se paró un momento para preguntar:

-Pe…pero, ¿qué hacemos aquí? ¿qué es lo que has escuchado en la mente de Rowland?-se encontraba cansado y con la voz entrecortada.

-¡Rowland y los de Morrigan soltaron al ghoul de la Torre Norte para que atrapara a Hirenee!-contestó con apremio y enrojecido Mertxol. Se apoyó en el manillar de la puerta, que siguió sin ceder, como aquella mañana.

-¿Y qué haría Hirenee en el Ala Norte, si ella se fue directamente a entrenar al lago?

-No lo sé, Rowland sólo sabía que habían soltado al ghoul.-siguió intentando abrir una y otra vez. Finalmente sacó su varita y apunto al manillar- Alohomora! –pero nada ocurrió.-Maldita sea, quien es buena en esto es Leafia.

Entonces Mystre se apresuró a buscar en su cartera. Sacó de ella el pequeño cincel que utilizaban para escribir en la clase de Runas Antiguas, y se volcó sobre la puerta. Empezó a rascar con el cincel entre la cerradura y el dintel de la puerta.

Sin haber terminado el dibujo de una picuda runa, estaba uniéndola en un trazo angular con una runa con la que Mertxol ya estaba asociado, la runa Kano. Sin embargo la puerta no estalló en llamas como esperaba ver éste, si no que se abrió hacia dentro con un tremendo golpe.
Mystre guardó el cincel en el bolsillo de la túnica y entraron a tropel, dejando la puerta entreabierta, pues no conseguían cerrarla de nuevo. Parece que la escritura rúnica aún hacía efecto sobre ella.

La estancia estaba oscura, la única luz que se filtraba eran rayos polvorientos procedentes de unas saeteras en lo alto de la torre de adivinación, que daban a las almenas de la fortaleza.
Los dos se miraron, sin saber qué hacer a continuación. Entonces escucharon un largo y deprimente sollozo, cargado de horror y rabia, desde el pasillo de la torre norte. Sobrecogidos miraron hacia arriba, y se dispusieron en empezar a subir los estrechos y altos escalones de piedra maciza. Eran tan viejos que algunos de ellos estaban rotos, y sus bordes estaban desgastados por el paso de miles de alumnos al año. Hubo un tramo que tuvieron que subir agarrados a unas argollas que colgaban en el lado opuesto a los ventanucos de la torre.

Se escuchó otro sollozo, largo y profundo, por lo que intentaron agilizar la subida. Cuando llegaron a la altura del séptimo piso estaban agotados.

Se frenaron un momento para ver la entrada del aula de Astronomía. Cernunnos aún no había asistido a la clase de Astronomía, ni conocían al profesor, así que noquearon primero con una costumbre mal fingida. Tras dar tres veces tres toques, y no obtener respuesta, Mystre entró con cuidado.
Las bisagras de la puerta rechinaron por todo el atrio de la torre.

La luz les cegó momentáneamente. El atrio de la torre estaba prácticamente abierto al exterior; no había ventanas, si no grandes aperturas en la gruesa piedra de granito desde donde se podía ver la inmensa arboleda de los terrenos del Liceo. En fila frente a los ventanales, había multitud de telescopios apuntando a diferentes sitios. El resto del aula estaba decorada con caballetes sobre los que reposaban cartas astrales. Carecía de mesa del profesor.

Miraron alrededor sin resultado alguno. No había nadie ni nada que pudiera producir ese sonido. Mystre se asomó al ventanal más cercano, y lo que vio, le dejó completamente atónito.
Desde el lateral de la torre se podía ver el tejado de la fortaleza, miles de tejadillas de pizarra negra, desgastadas y acumuladas con el paso de los años, y chimeneas en todas direcciones, y al fondo del tejado, amenazando con saltar, se encontraba el ghoul. Era un ghoul un tanto extraño, pensó Mystre. Los que habían visto en sus clases con la profesora Cornipher no eran tan grandes ni de color verde. Tenían débiles antebrazos y una gran joroba. Pero el grandote y musculoso ghoul llevaba por joroba a una chica, que no hacía ningún esfuerzo por deshacerse de su raptor.

Unos rizos despeinados y pelirrojos se ondeaban con el incesante viento de poniente. Su túnica, de color estaño, brillaba con los rayos del Sol.

-¡Hirenee!-gritaron los os chicos al unísono. Mystre intentó subirse al ventanal con suma desesperación, pero le dio vértigo de tan sólo asomarse hacia abajo. Mertxol le sujetó para que bajara el pie del alféizar.

Debido al grito de Mystre, el enorme y deforme ghoul se percató de la presencia de los dos chicos. Girándose hacia ellos, esbozó una mueca de improductivo análisis intelectual, y sin más que pensar, salió corriendo al otro lado del tejado para saltar con ella, en un vacío sepulcral.

Mystre no dejaba de dar largas zancadas por el pasillo del segundo piso. El viento había cesado por completo, el cielo estaba despejado y solo quedaban algunos cirros de fuerte color rosa que combinaban horrible en un cielo naranja atardecer. No era el único en aquel pasillo. Una chica y un chico de la misma casta de Hirenee estaban sentados con la cabeza baja y las capuchas de color marrón puestas, evitando que se les escuchara sollozar. Se habían presentado antes a Mystre y a Mertxol, ella era Cattle, de profundos ojos grises y mirada perdida, y él Myles, que presentaba una hondonada cicatriz en una mejilla y tenía las orejas bastante grandes; eran sus compañeros de dormitorio y también del club de Gobstones.
Subieron corriendo al pasillo frente a la Enfermería de las manos de la profesora Thristerny, tutora de Ogmios.
Mystre aún seguía traumatizado.

Después de ver la caída desde la Torre de Astronomia, Mertxol y él habían gritado tanto que el profesor de Aritmancia, el señor Frenzest y tutor de la casta de Brighid acudió hasta ellos. Se los encontró sollozando por la ventana y señalando sin parar hacia el tejado.

Las alarmas saltaron rápido, y los profesores se batieron en una búsqueda según el relato de Mertxol. Mandaron mediante el conserje y los prefectos que todos los alumnos se mantuvieran en sus aulas o en sus salas comunes. No dieron más explicaciones.
Encontraron a media tarde el cuerpo de Hirenee, totalmente inconsciente y cuya túnica estaba ensangrentada junto a la fachada Oeste de la Fortaleza. Había caído en un tejado más bajo que del que supuestamente había caído, sin embargo se encontraba en muy mal estado, y la ingresaron de inmediato en a Enfermería.
No había rastros del ghoul raptor.

Mertxol estaba ahora mismo junto a la profesora Thristerny y la elfina sanadora Chlory dentro de la Enfermería. A Mystre se le juntaban las preocupaciones; cuando hubo girado desde un extremo del pasillo para seguir con su incesante comida de coco, vislumbró como hacia acto de aparición el profesor Jahuma, con un caldero entre la túnica blanca y su brazo, al medio trote. Mystre corrió hacia él, quien no hizo ademán de detenerse, y fue directo dentro de la Enfermería.

Mystre se quedó quieto, rondándole mil pensamientos por la cabeza. A los cinco minutos se abrió la puerta una vez más, de la que salieron el profesor Jahuma, asiendo de un hombro con gesto protector a Mertxol, que se enjugaba la nariz sin importarle demasiado los modales.

-Mystre, venid conmigo por favor. Myles, Cattle, ahora sale la profesora Thristerny.-dijo dirigiéndose hacia los chicos que habían bajado sus capuchas al ver al profesor salir de la estancia. Jahuma chistó los dedos como acostumbraba, y Mertxol y Mystre le siguieron al trote.

Giraron el pasillo hasta encontrarse de cara a los baños de alumnos. El profesor les hizo sentarse en un banco de pulida piedra junto a una armadura antigua que parecía prestarles atención. Y continuó:

-Encontramos a la señorita Hirenee donde indicasteis que debió saltar el ghoul; sin embargo no había ni rastro de la criatura. Ahora mismo el profesor Toniderllow y la profesora Cornipher están inspeccionando el lugar. Es un suceso muy grave lo que ha ocurrido hoy…-dijo mirándoles con fingida entereza- necesitamos más datos.

-Nos despedimos de Hirenee por la mañana en el desayuno, se suponía que tenía un permiso de la profesora Thristerny para faltar a sus clases hasta la hora del Campeonato.-explicaba Mertxol, cuya morena tez había palidecido un poco desde hacía horas, pero se interrumpió al ver la expresión de su tutor.

-No tenía tal permiso que me decís. Se suponía que ella tenía clase de Astronomia y de Adivinación en el Ala Norte según me ha explicado su hermano.

-Así que…-Mystre se llevo la mano a la boca.- ¡No puede ser! ¡La oímos gritar a ella!, cuando bajábamos de nuestra clase de Transformaciones oímos el grito de alguien procedente del ala, pero la puerta estaba cerrada. Avisamos a la profesora Thristerny cuando bajamos al aula de Hogar Mágico, pero creyó que simplemente sería el ghoul gritando como acostumbraba.-exasperó Mystre de corrido.-
¡Oh dios! Pudimos haberla rescatado.

-Pero algo no me cuadra,-siguió Jahuma- el ghoul nunca sale de la bohardilla de la escalera del ala Norte, se dedica a sollozar y golpear las cañerías…
La explicación del profesor quedó interrumpida por la aparición de la profesora Cornipher, que a paso raudo pero firme, llevaba atada a su varita, con unas cadenas mágicas de refulgente y tenebrosa luz negra un pequeño ser, que apenas podía seguir su paso. Se trataba del ghoul.

-Por fin te encuentro Alday.-dijo dirigiéndose al profesor Jahuma- el ghoul seguía donde siempre, dentro de la bohardilla de las escaleras del ala norte.

-Ese… ¡ese no es!- exclamó Mertxol.

-Es verdad, ¡ese no es!, el que vimos no era así de pequeño. Era mas grande y de color verde, y no tenia joroba-continuó Mystre señalando a la grupa del ghoul, quien desistiendo por soltarse de las cadenas, se estaba arrodillando mientras se hurgaba en la nariz con la uña del meñique.

-¿Cómo? Por tu descripción, Scops, me estás hablando de un orco. Y eso es bastante preocupante.-La profesora, se colocó una de sus rubias trenzas detrás del hombro izquierdo y miró a Jahuma, que en asentimiento, decidieron darse media vuelta y seguir camino del pasillo, aún arrastrando al ghoul de las cadenas mágicas. Éste siguió sollozando.

-Id a la sala común.-ordenó el profesor Jahuma-Y decidla a Leafia Fawntellow que su padre la busca y la espera en la sala común.-terminaba con un pie ya fuera de la vista de Mertxol y Msytre.

Se miraron una vez más, y decidieron tomar el extremo opuesto del pasillo, para no tener que pasar frente a la Enfermería. Bajaron por la Gran Escalera, sorteando alguna raíz sobrecrecida y atravesaron el umbral del salón de trofeos sin mirar a la puerta del Ala Norte, que una vez más, estaba cerrada.

Leafia

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